Tarde de Setas.

Nos perdimos en aquellos dorados paisajes.
Con los árboles como silenciosos guardianes.
Tú, osa torpe y dulce, al final hasta arriba subiste.
Y todo, todo, dejó de ser sereno y triste.

Con un cuchillo, viejo pero afilado.
Las acometimos con entusiasmo.
Rasgando su conexión con la tierra.
Pero respetando la parte más profunda.

Y en colores vivos nos sumergimos;
Pardo, dorado, gris ceniza, verdes oscuros y claros.
Tonalidades con las que pintar mil cuadros.
Sin que se los tachase de aburridos.

Dejad de leerme, id a buscarlos;
A los corpulentos edulis, astutamente camuflados.
A las siempre seguras cerrotas, con sus matices pardos.
A las buenas cantarelas y sus tonos dorados.

Al final, con la cesta casi llena, regresamos.
Sembrando esporas para los siguientes años.
Y a un atardecer de otoño, sembrado de robles y castaños...

Miramos fascinados.


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