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Mostrando entradas de julio, 2019

Regalos de la Calma: Intención.

No puedo prometerte ser el viento. Pero puedo soplar mientras estoy aquí. No quiero ser la totalidad de tu tierra. Solo un lugar al que puedas volver. Cuando quieras. Siéntete en tu casa del árbol. Dentro de las flores que cultivo. Con cariño, el simbolismo brota y se hace duradero. Como los recuerdos de los rostros... Que ya no se deshacen. Son pétalos. Y vivirán en el jardín de las virtudes. Aunque no pueda ser el eterno jardinero. Llevad un fragmento de mi tierra. De mi reino y mi deseo. En vuestros corazones.

Cuanto falta?

Cuanto falta para que se detenga el tiempo? Cuando podré saltar hacia una realidad no más bonita... pero más precisa? Más... acertada y bailable? Donde nuestro polvo se junte con el del suelo. Y la música, mejor mensaje que adorno... nos arrastre con la fuerza de un huracán. Tu huracán, el de Javi, el de Piki, arrancado del cielo. E impactando contra los que siguen en la rave. Llamando al día mientras se vive cada segundo roto. Alto! Que alguien llame a un relojero! Que por qué? Porque no se acaba nunca esta noche. Dime cuanto falta para saltar con vosotros. Hacia la música nacida de la sonrisa de un niño... de ojos negros anchos como la luna llena en el cielo. La tribu llama, respondamos rapidamente. Los espíritus nos hablan, llamando al ojo interior de la mente. Oh no. Perdón, sois vosotros. Seguimos bailando? Y eso, cada día, cada hora. Eso es lo que espero. Encontrar la calma en el cansancio extremos. Bailando este ritmo al filo del destino, rozando la muerte

A orillas del Lea.

Y a la orilla del Lea me dormí en sus corrientes. Prisioneras de las algas, mueren junto a los peces. Caballitos y moscones, carroñeros me parecen. Y la ruina abandonada, bajo la maleza desaparece. Y en la orilla del Lea, no soñé cuentos salvajes. Ni vi tritones, nutrias, garzas o ranas verdes. Solo maleza y algas, cortinajes siempre presentes. Insectos desafinados, tierra parda y aguas malolientes.

Bastión

Erigido en roca dura de mármol negro y castaño. Soportando mil tormentas, viento y látigo. Golpea. Sabré contestarlo, sabré aguantarlo. Azota. Sabré invertirlo, sabré disfrutarlo. Plaga y pandemia. Ven, te abrazo. Abrigaré en mi interior un fortín oscuro... para guardar tu ponzoña en frasco amargo. Reflejado en ese líquido negro el orgullo más cenizo. Roturas, molestias, mareos, agujas, veneno. Todo lo aguanto, sin quebrar ni ceder al llanto. Porque la canción de la aventura es el crujir del hueso. Porque la blanca noche sin lamento ni aviso. Y me río. Porque puedo aguantarlo. Y como hijo de un superhombre biónico. Como bastión antibalas y lluvias me levanto. Cada mañana, sin entender nada, avanzo. Y me golpean, con fuerza, en la cara o muy adentro. Pero resisto, guardando la brecha de la esperanza. Con los perros de la venganza, siempre alerta. Mis soldados, mis demonios, todos mandados a la brecha. Donde mueren en nombre del orgullo desmedido. De un superhom