El Palacio entre la Niebla

Allí lo ven/ En las mañanas más frías del invierno.
Una aguja de plateado cristal hendiendo el viento.
La cúpula central blanca como el hueso/ Con la cúspide perdida en lo alto del cielo.
Quisieron llegar hasta él, los valientes y los locos./ Y algunos volvieron.
Desde lo alto nos llegaron, escarchados, sus huesos.

Andando por los escalones cenicientos, se llega cerca./ Muy lejos, demasiado alto.
Pero los que colocaron las piedras eran sabios./ Y no hay senda que lleve hasta la roja puerta.
Donde grabados de aves gigantes y arboles antiguos./ Hablan de muchos pasados.

Y dijeron que yo lo vi, aunque os digo que mentían./ Porque nadie ha cruzado esa puerta.
Refiriendo historias de que abandoné el camino ceniciento./ A donde solo hay una larga caída.
Para llegar hasta sus muros y desvelar el misterio.

Nadie lo hizo y yo menos que ninguno./ Y si lo hicieron,  ahora son polvo.

Hemos visto, asomando entre las nubes, las torres como agujas./ Y nada más.
La cúpula de cristal, que esconde su cúspide en el cielo./ Y nada más.
Los largos balcones a los que se asoman figuras vestidas de nube./ Y nada más.
Y los restos escarchados de aquellos que han intentado llegar a su cumbre.

Y no son nuestros huesos./ No son nuestros huesos./

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