Das (2)
OFRENDA.
Ella miró
hacia atrás cuando alcanzó el Complejo Medusa. La larga avenida descendente se
perdía en el infinito donde en pocas horas, decenas de millones de personas
comenzarían un nuevo día en la monotonía y la esclavitud de Megapolis. Esas
personas, no eran lo que podríamos llamar un ser humano, ya no al menos. Cientos
de años de selección genética los había convertido en seres asustadizos y
lánguidos de tez grisácea a menudo ausente de cualquier tipo de vello corporal.
De hecho, la frondosa mata de fuego de Das había sido calificada como anomalía
genética y por ello, no podría engendrar hijos ni tener relación alguna que
implicase cualquier posibilidad de reproducción. A no ser, claro está, que un
noble la reclamase, en tal caso pasaría a ser competencia de dicho noble, que
por supuesto, podría hacer con ella lo que desease, desde casarse con ella a
filacterizarla parar alargar su vida. Las anomalías genéticas eran valoradas para el
estudio y algunos las coleccionaban mostrando sus anomalías en todo su esplendor
o incluso hipertrofiándola para dar un mejor aspecto a la colección en
detrimento de su tiempo y calidad de vida.
Pero lo peor
de aquellos seres era el condicionamiento mental al que habían sido sometidos
durante siglos. Para ellos, todos los días eran iguales. Habían perdido la
esperanza y con ella los sueños, la mayoría ya era incapaz de soñar y aquellos
que habitaban en los barrios industriales solo escuchaban las mismas máquinas
que controlaban sus vidas. En los barrios industriales, la tasa de suicidios
era tan alta que se había autorizado el uso de la clonación automática para
abastecer la mano de obra y los materiales necesarios para mantener la
producción. Se decía que los últimos clones ya no tenían nombre, ni siquiera
tenían un número. Surgían en edad adulta y eran procesados en cuestión de días.
Los afortunados, arrojados a los calderos de breas, los más perecían en las
fábricas o en la Gran Caldera, fuente de energía de toda la ciudad y sinónimo
del infierno para todos los habitantes de Megapolis.
A los pocos
que todavía conservaban deseos de libertad se les marcaba como ´´divergentes``
y eran vigilados de cerca por los Observadores, los cuales registraban
cualquier anomalía que justificase una acción de reciclaje. La mayoría de
veces, los divergentes se ocultaban
entre los ´´diligentes``, es decir, el resto de la masa. A veces funcionaba y
otras los Observadores eran tan concienzudos en sus análisis que eran capaces
de calcular las posibles futuras acciones de los seres estudiados. Normalmente
con resultados nefastos para estos últimos.
Pronto,
quizás en un par de horas, El Pulso los despertaría a todos y las puertas de
los edificios se abrirían para vomitar a una eterna masa de seres grises sin
personalidad. Ella lo sabía de buena tinta, pues llevaba más de once años
siendo uno de esos seres grises… entonces todo había cambiado, en una noche
todo lo que había conocido se desintegró por completo y… qué había pasado
realmente? Cuando intentaba recordarlo, su cabeza simplemente estallaba de dolor
y una densa niebla se cernía sobre ella. Todo tenía que ver con aquel objeto
alargado, afilado, transparente como el cristal e ingrávido que descansaba en
una funda de terciopelo rojo adherida de alguna forma desconocida a su cintura.
De una factura exquisita, se hallaba decorada con un grabado al pie de la
empuñadura, una llama azul que contrastaba de forma intensa con el resto de la
funda.
Con un
suspiro involuntario, se giró de nuevo para encarar el muro de seguridad que
separaba el gigantesco Complejo Medusa de la zona 120. Entonces, perdió el
conocimiento.
…
A sus pies se
hallaba una gigantesca criatura, agonizando en medio del vacío insondable. Sus
escamas blancas y sus grandes cuernos le habrían parecido magníficos si no
estuvieran ensangrentados de una sangre roja y oscura que manaba por un millar
de heridas. Enfrente suya, a los pies de la criatura, una figura alta vestida
de negro observaba tras unos gruesos anteojos los vanos intentos del ser por
alcanzarlo con sus fauces. La furia absoluta emanó de los ojos verdes de la
criatura cuando el otro ser habló con voz indescriptible:
-Es necesario
Yosara…-
Instantes
después el vacío había desaparecido y en su lugar, una extensión infinita de un
extraño líquido azul se reveló ante sus ojos. El viento, la golpeó y notó el
sabor salado en la boca. Bajo sus pies, la tierra más verde que había visto en
su vida daba paso a una gran caída hasta el lejano líquido. Como en la anterior
ocasión, no estaba sola. Tres figuras permanecían al pie de la caída de espaldas
a ella, contemplando la masa de líquido sin moverse un ápice. Congelados en un
éxtasis que por el aspecto, debía de durar años, pues la tierra verde había
crecido por sus ropas hasta cubrirlas en parte. Ella intentó moverse, sin
embargo, comprobó que también yacía inmóvil. Tan congelada y atrapada como
ellos, quiso gritar pero comprobó que sus labios no se movían y entonces, oyó
una voz grave que llegaba hasta ella:
-Atrapada en tu propia mente, en tu
propio fragmento… ridículo…-
La grave voz
denotaba tristeza e incredulidad y por alguna extraña razón, le resultaba
reconfortante, cálida y necesaria. No quería dejar de oírla. Quería que la
acompañase a los lugares más oscuros para consolarla… y se preguntaba… por qué?
Una segunda
voz, esta vez fría e inhumana, surgió como un susurro incorpóreo.
-Ya lo dije varias veces. Se
trata de una niña estúpida, no podrá moverse…sigue presa del miedo-
Por algún
motivo que no alcanzaba a comprender, esta voz heló la sangre de sus venas y le
provocó un escalofrío que recorrió toda su espalda. Aquella voz hizo que
quisiera esconderse en el lugar más profundo de la tierra, donde nadie ni nada
pudiera encontrarla, donde la niebla no pudiese entrar…
Y por último,
una tercera voz, potente y solemne, dura como el hierro y al mismo tiempo
extrañamente suave tronó en la distancia:
-Basta!. Es suficiente! Ya nada
puede cambiar ahora! La palabra ha sido olvidada!-
-Dejémosla en paz…- finalizó antes de que la figura
central diera un paso y se precipitase al vacío.
La voz fría
río durante unos instantes y sin mirar atrás, se arrojó hacia la gran caída. Su
risa perduró unos pocos instantes antes de perderse por completo. La última
figura, permaneció erguida unos instantes más y susurró unas palabras que humedecieron
sus ojos y se convirtieron en lágrimas de absoluta tristeza.
-No te preocupes, honraré mi
promesa… buena suerte, Das…-
Quiso gritar
cuando la figura se precipitó al abismo pero sus labios permanecían congelados.
Incapaces siquiera de evitar que una solitaria lágrima penetrase en su boca. El
sabor salado se multiplicó y todo comenzó a girar a su alrededor, desdibujando
la escena y mostrando el más absoluto vacío.
…
-Yosara…-
murmuró antes de abrir los ojos. El vacío había desaparecido y en su lugar, la
gran puerta metálica que franqueaba la entrada al Complejo medusa se alzaba
ante ella. La enorme compuerta metálica de más de veinte metros de alto cortaba
la avenida, aislando a los habitantes del complejo de los diligentes que
habitaban la zona 120. Aquella enorme puerta jamás se abría excepto cuando
llegaba la hora de que los trabajadores se incorporasen una vez más a la cadena
de productividad y sumisa servidumbre que mantenía en marcha megapolis.
Cuantas veces
Das había cruzado aquella puerta con ojos cansados y alma rota. Cuantas veces
había regresado aguantando las lágrimas y las ganas de gritar por el horror
contemplado hasta poder desplomarse en su pequeña habitación. Incapaz de dormir
ante la perspectiva de volver a repetir el ciclo unas horas más tarde. Para
ella, al igual que para todos los habitantes de la zona 120, que la gran puerta
se abriese sólo significaba una cosa: el regreso al infierno.
Aterradora,
la imponente plancha metálica desnuda se erguía sobre ella con malevolencia.
Evocando terribles recuerdos que atravesaron su mente, invocando ojos húmedos y
temblores que recorrieron su joven cuerpo. Se hallaba ante lo que muchos
divergentes llamaban ´´la morada del ogro``, una puerta que en su interior
guardaba algo tan terrible que muchos no dudaban en aceptar las ofertas de
borrado de memoria que ciertos ´´individuos azules`` ofrecían bajo los
conductos de materia vital que conectaban la zona 120 con el distrito de
reciclaje y procesado. Al que se conocía comúnmente como ´´La cuna amarilla``.
Y a pesar de que tal acto se encontraba tajantemente prohibido, siempre había
alguien que se arriesgaba a descender hasta los conductos en busca de dar
salida a los horrores contemplados.
Das conocía
muy bien dichos horrores y ahora… ahora llamaba a la puerta de la casa de uno
de ellos.
Con paso
vacilante, se acercó a la parte derecha de la puerta y reparó en el pequeño ojo
azul holográfico que la observaba sin pestañear. Por un instante, su corazón se
detuvo. Cuanto tiempo llevaba observándola el ogro? Habría visto su caída?
Habría observadores cerca?! Estarían los centinelas de camino?! Antes de que
pudiera reaccionar dando un paso atrás, el ojo habló con voz monótona.
-Ahhhhhh… oggg…eeeehhh…
9989474242… Anomalía genética diligente… causalidad no computable… Parámetros
de autoridad negativos… Causalidad no computable… margen de error 40%...
derivando a autoridad pertinente…-
Una nueva
voz, más aguda y claramente femenina sustituyó a la anterior.
-9989474242… AGD Daszia Talia Danethas, estás fuera de tu
lugar aun dentro del área permitida. Tienes alguna razón alegable antes de
procesar tu caso?-
Tragó saliva
y contestó con voz temblorosa:
-S-Si…-
-En ese caso, habla. Quieres presentar información sobre
algún divergente?-
-N-No. Quiero ofrecerme al noble Shaladanh.-
El ojo
permaneció en silencio unos segundos antes de que la voz monótona regresase.
-eeehhhh… mmmmm...ciiiiiiii… aaaahhh…9989474242… AGD…
Procesando solicitud… contactando… solicitud completada…-
-El noble Shaladanh acepta tu ofrecimiento. 9989474242,
ahora eres propiedad del noble Shaladanh. El noble Shaladan desea verte de
inmediato, 9989474242. Preséntate en sus aposentos de inmediato.-
concluyó la voz antes de que el ojo se desvaneciese.
La puerta no hizo ningún ruido al alzarse para permitir su
paso, pero a ella el silencio le aterró más que la sirena de los centinelas cuando ejecutaban la
justicia de la ciudad. Al otro lado, la avenida cambiaba su tonalidad rojiza
por un verde apagado de aspecto ominoso. Atravesó el umbral con la sensación de
que su vida quedaba atrás, atrapada en una red invisible tendida entre el
complejo medusa y la zona 120. Había atravesado aquella puerta miles de veces…
pero siempre acompañada de decenas de miles de trabajadores más… una gota roja
en un mar gris. Caminar en soledad por la terrible puerta del ogro era algo
reservado para sus peores pesadillas…
Solo que esta vez era real.
-Pero es necesario- murmuró en voz baja para sí misma. De lo
contrario, los observadores darían con ella y tras ellos, los Centinelas. Se
estremeció sólo de pensarlo y apretó el paso. Sin mirar atrás avanzó por la
desierta avenida flanqueada por campos de seda que se extendían hasta el límite
de los muros de seguridad que circundaban el complejo. Vista al frente,
intentaba con todas sus fuerzas no reparar en los brazos y piernas que
sobresalían de la espectral masa amorfa sedosa que amenazaba con invadir los
cientos de metros de avenida que aún la separaban del complejo medusa.
El cual se alzaba imponente al final del camino.
Resultaba difícil saber exactamente cuál era la forma exacta
de las instalaciones nobiliarias conocidas como el Complejo Medusa. A vista de
observador, el complejo semejaba una gigantesca y abombada estructura esférica
de forma ovoide de escala cromática verdosa ascendente. Desde la perspectiva
terrestre, el complejo se erguía como una estructura viva de pesadilla con
unas rampas de acceso que culminaban en
dos enormes puertas esféricas por las cuales se accedía al interior. Alrededor
del mismo, nutriendo a la criatura, grandes Campos de Seda que ostentaban el
título de los más cuidados de Megapolis, alimentados cada día por decenas de
diligentes frescos que de forma voluntaria terminaban con su agonía existencial
arrojándose a un final rápido y productivo. El orgullo que sentía el noble
Shaladanh por los campos era grande y con frecuencia animaba a los desesperados
a terminar su servicio de forma impecable, tentando a veces con premios y
recompensas a las familias que nunca se cumplían. A pesar de todo, nunca
faltaban suministros para alimentar los campos. El más mínimo error en su labor
podía suponer un despido fulminante que terminaba con el ingreso en las sedosas
profundidades.
Creados por el noble M 12, los campos de seda eran indispensables
para mantener el suministro energético de las bio-estructuras auto ensamblables
(BEAE). Las Beae eran la última moda entre los nobles y muchos de ellos
competían por obtener la BEAE más saludable, robusta, con el diseño más osado o
incluso estructuras imposibles. Algunos BEAE eran mutables y cambiantes como su
limitada inteligencia se lo permitía y otros gustaban de devorar al mínimo
descuido a aquellos lo suficientemente estúpidos como para detenerse demasiado
tiempo en un lugar bioinestable, es decir, susceptible a cambios en su
estructura, tales como crecimiento de paredes o la conversión en un receptáculo
estomacal. El Complejo era, como agradecían sus diligentes, rígido e inmutable.
Un ´´lugar seguro`` para los estándares de las BEAE.
Pero aun así, decenas de trabajadores perecían diariamente,
alimentando los campos de seda.
Das se detuvo durante unos segundos al dar con uno de esos
trabajadores ´´despedidos``. Varón, de unos treinta años, totalmente calvo y
desnudo, con una expresión plácida en el rostro y una respiración lenta y
entrecortada. Yacía en lo que ella dedujo como un intento de huida: caído en
mitad del camino con el brazo derecho extendido hacia ella y el torso cubierto
de ´´brotes de seda``. Minúsculos puntos rojizos en los lugares donde la seda
atravesaba la carne, por los que lentamente era extraída la esencia de la
víctima. Para aquel pobre diablo, ya no había salvación, pues lentamente, el
campo de seda arraigaba más y más brotes en su cuerpo, arrastrándolo con
delicadeza hacia la masa de filamentos blanquecinos que flanqueaba por ambos
lados el camino. Tras respirar profundamente, saltó sobre el cuerpo y siguió
adelante sin mirar atrás, si se retrasaba demasiado, correría la misma suerte.
…
La música sonaba a todo volumen a través del fluido P-12.
Las ondas producidas por el altavoz agitaban el denso líquido y atravesaban el
cuerpo del noble Phex Likar, causando en su interior mil orgasmos que se
prolongaban durante varios minutos antes de volver a comenzar. Conectado a su tórax, un pequeño aparato de
aspecto similar a un broche, reanimaba su corazón cada vez que este se detenía
a causa del placer… y el proceso comenzaba de nuevo. A Phex, noble por derecho y decimosegundo hermano de la casa Likar,
aquella le parecía la mejor vida posible en esta tierra. Mucho mejor que
corretear de un lado a otro, gobernando y realizando esfuerzos innecesarios
para obtener placer. -Si el placer está al alcance de tu mano, por qué no
tomarlo? – pensaba. -Que gobiernen las máquinas, que cumplan su trabajo.
Nosotros tenemos el deber de disfrutar del placer ilimitado, la gran bacanal
eterna que nunca debe cesar, pues hemos nacido para esto.-
Segundos después y por vez primera en más de cincuenta años.
La música cesó.
Por un momento, el noble se agitó en un último espasmo
placentero y permaneció flotando en medio del líquido ambarino, en la oscuridad
más absoluta. Cualquiera en su situación se habría preocupado, sin embargo,
Phex se hallaba demasiado aturdido para reaccionar de ninguna forma. Sus seis
cerebros luchaban por establecer un diagnóstico renovado de la situación en
vano. Pues pasó más de una hora antes de que su abotargado cuerpo se deslizase
junto con el líquido P12 a través de una serie de tubos luminosos que
terminaban desembocando en un tanque de una tonalidad azul eléctrica que
combinado con el fluido P-12, acabó tornándose de un naranja intenso. En este
nuevo ambiente, Phex notó como su mente se aclaraba y como el placer era
sustituido por una terrible furia contra el causante de esta situación. El
cual, se hallaba aguardando de pie al otro lado del cristal, enfundado en un
extraño atuendo cónico que le cubría todo el cuerpo hasta rematar en una esfera
plateada en la punta. Si Phex hubiera tenido rostro, habría arrugado el
entrecejo: Un supervisor. Un subalterno
semiorgánico que controlaba alguno de los numerosos sistemas superiores de
Megapolis. Si Phex hubiera tenido boca, habría sonreído. Él le enseñaría a este
ser inferior que no se debía molestar a sus superiores.
Con un grave grito mental, arrasó la por completo la parte
orgánica del Supervisor, que se desplomó inerte tras resbalar por el cristal.
Apenas unos minutos después, otro supervisor idéntico surgió de entre las
sombras y ocupó el lugar de su antecesor. Phex repitió el proceso con este y
con una decena más de supervisores hasta saciar su furia. Finalmente, hastiado,
tomó contacto mental con el inexpresivo.
-Identificación, por favor.-
-Ziparias de Seras kk-x2- respondió con impaciencia.
-Es un placer volver a verle, su magnífica excelencia Phex
Likar. Salve al duodécimo hijo de Ajdus Likar, señor de la gran familia
nobiliaria…
-Suficiente!- Cortó con impaciencia. –Por qué he sido
llamado?! Por qué interrumpís mi merecido descanso?!- bramó con furia.
La monótona y fría voz del semiorgánico no se alteró lo más
mínimo.
-Señor. Tenemos un problema.-
De haber tenido ojos, los hubiera abierto como platos.
-Un problema? Qué clase de problema?! Habla!- exigió.
-Hace 6 horas, 12 minutos y cincuenta segundos detectamos
una anomalía que resiste todos nuestros intentos de hallar su origen. Es una
anomalía de sistema de clase 1.
El noble se quedó sin habla. Una amenaza de ese calibre
nunca se había producido en los sistemas. En sus más doscientos años de vida,
no recordaba ni una sola ocasión de clase 1. Aquello era grave, muy grave. Por
un momento, se sintió tentado de reconducir la orden a su hermano Zeno, pero la
desechó de inmediato. Él podía lidiar con la situación, no era ningún inválido
inútil y se lo demostraría a todos aquellos que le tildaban de incompetente y
adicto al P-12. Con un solo pensamiento, los datos completos recabados por los
observadores acerca de la anomalía pasaron por su mente. Todo había empezado
por un incidente aislado a causa de un asesinato. Por alguna razón, alguien
había ordenado a los Centinelas que consideraran el caso procesado. –El que lo
ha hecho- pensó – Lo ha hecho de una forma impecable. No ha quedado rastro
alguno de él.- tras meditar unos segundos, supo que hacer, al Supervisor le
habría llevado horas sobrescribir las órdenes de los miles de Centinelas de la
ciudad, pero el semiorgánico no contaba con la ventaja de seis cerebros
hiperdesarrollados. Satisfecho, el noble observó como la orden era ejecutada y
los Centinelas regresaban al cumplimiento del deber. Con una señal mental,
ordenó al Supervisor que se retirara y lo devolviese a su merecido descanso.
–No me importaría que sucediese algo así cada 50 años. Ha sido excitante-
pensó. Tras una silenciosa reverencia, el semiorgánico desapareció de la vista.
Bajo la membrana transparente de la puerta, Das pudo ver
toda una maraña de filamentos verdosos de aspecto viscoso. Demostrando que se
trataba de algo vivo, los filamentos se arrastraban de forma frenética por algún
tipo de fluido o sustancia espesa, arremetiendo contra la membrana, tratando de
atravesarla y alcanzar el exterior. Ella se mantuvo a una distancia prudencial,
consciente de que acercarse demasiado podía ser el fin. Aguardó pacientemente a
que el familiar sonido de succión se produjera y las dos membranas que
conformaban la puerta se retirasen. Tras unos minutos, con cierta lentitud, los
filamentos se dispersaron hasta desaparecer de su vista y las membranas se
retiraron, dando paso a un amplio corredor iluminado por una luz verdosa muy
tenue. Con paso decidido, Das penetró en las entrañas del Complejo y no le
sorprendió cuando en absoluto silencio, las membranas regresaron a su posición
original.
El tránsito era recto, ni una sola puerta o bifurcación
halló en su camino hasta la cámara principal, donde el noble Shaladanh le
aguardaba.
A diferencia de la tonalidad verdosa del resto del complejo,
la cámara principal presentaba una coloración violácea rojiza, con múltiples
variables adecuadas al gusto y capricho del noble Shaladanh. Pues aquella era
su residencia principal y también el corazón del Complejo Medusa. Shaladanh, se
refería normalmente a este lugar como el Centro Directivo o El Nido, los trabajadores
del complejo tenían varios nombres para este lugar, de los cuales, el más común
era ´´La boca del Ogro``. El nombre, en términos generales, evocaba el más profundo
pavor en todos los habitantes de la Zona 120. Das, no era ninguna excepción.
Con cada paso que el corredor orgánico la acercaba a su
final, el coraje y la determinación de
la joven se desvanecían, sustituidos por las terribles historias oídas acerca
de los destinos de los ´´ofrecidos``. Cierto era que su plan había incluido
cruzar el Complejo Medusa desde el principio, pero hasta que pudo ver la puerta
de entrada carmesí al lugar más temido de toda su existencia había albergado
algún tipo de esperanza. Sentimiento que ahora se desvanecía y le hacía preguntarse
como esperaba superar aquel desafío desde un principio. El miedo la invadió y
de forma inconsciente volvió la vista atrás, para su horror, una protuberancia
verdosa bloqueaba el paso a pocos metros de su posición. Los filamentos
arremetían con furia contra ella, tratando de liberarse de su prisión. No había
salida, ni tampoco esperanza alguna de victoria. Solo restaba seguir adelante.
-Adelante… siempre adelante- susurró para sí misma tratando de
infundirse valor. No tenía muy claro lo que significaba ni de donde procedía,
pero aquella frase siempre le había reconfortado. Parecía tan lejana de su
mundo, tan extraña y llena de significado…
Con el corazón latiendo con fuerza, caminó hasta la puerta
roja. Que se abrió ante ella, revelando el interior de ´´La boca del Ogro``.
Desde la base del Centro Directivo, los ojos amarillentos e
inyectados en sangre del noble Shaladanh contemplaron como su nueva ofrenda
descendía poco a poco por los escalones blancos como el hueso de la escalera de
caracol que conectaba el Centro Directivo con la azotea. En el pasado, había
ascendido por aquella escalera en algunas ocasiones puntuales para contemplar
con orgullo su próspero Campo de Seda. Ahora sin embargo, la estructura
permanecía únicamente para impresionar a las visitas importantes u ofrecer a
las ofrendas díscolas una vana esperanza de escape a su inevitable destino. La
nueva ofrenda, una horrible anomalía genética de cabellos de fuego, descendía
con exasperante lentitud hacia su masa principal, formada por una voluminosa
protuberancia carmesí cubierta por una impenetrable coraza de gruesas escamas
transparentes. La masa se alzó ligeramente, rebelando cientos de filamentos
blanquecinos que hacían las veces de sedantes para las ofrendas díscolas. El
noble examinó a la anomalía con una mezcla de curiosidad y repugnancia: -Cuál
de ellas eres tu? Mi pequeña e imperfecta criatura.- pensó mientras establecía
conexión mental con suavidad.
-Desciende un poco más rápido, querida mía- la apremió con
voz suave, a pesar de todo, no pudo
evitar un deje de impaciencia en su voz.
La joven anomalía se detuvo en seco antes de dar un paso
hacia atrás. Shaladanh examinó su rostro con interés, estaba aterrada. La masa
principal se agitó con excitación, dejando que los filamentos surgieran lo
suficiente como para volverse visibles. Ante la visión de su destino, la
anomalía lanzó un grito y comenzó a retroceder por la escalera, incapaz de
apartar la vista de la masa principal. Para diversión del noble, tras un par de
pasos, la anomalía perdió el equilibrio y permaneció inmóvil, observando con el
más puro terror grabado en su rostro como la masa principal revelaba un oscuro
y ominoso orificio donde antaño oculto de donde surgían centenares de
filamentos que se agitaban con furia, tratando de alcanzar su próxima comida.
Das contempló su inminente destino con el más puro terror paralizando su cuerpo
y su mente, la orina empapó su traje y descendió por los escalones hasta alcanzar los filamentos. Estos enloquecieron
de excitación y el noble tuvo la primera muestra gustativa de lo que sería una
excelente ofrenda. La masa principal, alcanzó las escaleras y lenta pero
inexorablemente, comenzó a ascender hacia la indefensa presa.
-En pocos minutos, todo habría acabado.- pensó el noble.
La mente de Das, incapaz de reaccionar, observó paralizada
como la masa principal ascendía de forma lenta por la escalera, arrastrándose contrayendo
y relajando su ´´cuerpo`` en una especie de latido espantoso que hacía ondular toda
su escamosa superficie. Minutos después, la masa principal alcanzó el cuerpo de
la anomalía y de un empellón, arrojó la ofrenda de la escalera, que aterrizó a
escasos metros de distancia de los filamentos con un golpe sordo. Al terror
paralizante se sumó un estallido de dolor que durante unos segundos, atravesó su cuerpo, arrancándole un alarido de
dolor. Tras unos instantes notó como los filamentos cubrían su cuerpo por
completo y comenzaban a arrastrarla hacia su terrible destino.
-Hora de comer!!- aulló el
noble Shaladanh chasqueando sus mandíbulas.
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