Das (2)

OFRENDA.

Ella miró hacia atrás cuando alcanzó el Complejo Medusa. La larga avenida descendente se perdía en el infinito donde en pocas horas, decenas de millones de personas comenzarían un nuevo día en la monotonía y la esclavitud de Megapolis. Esas personas, no eran lo que podríamos llamar un ser humano, ya no al menos. Cientos de años de selección genética los había convertido en seres asustadizos y lánguidos de tez grisácea a menudo ausente de cualquier tipo de vello corporal. De hecho, la frondosa mata de fuego de Das había sido calificada como anomalía genética y por ello, no podría engendrar hijos ni tener relación alguna que implicase cualquier posibilidad de reproducción. A no ser, claro está, que un noble la reclamase, en tal caso pasaría a ser competencia de dicho noble, que por supuesto, podría hacer con ella lo que desease, desde casarse con ella a filacterizarla parar alargar su vida.  Las anomalías genéticas eran valoradas para el estudio y algunos las coleccionaban mostrando sus anomalías en todo su esplendor o incluso hipertrofiándola para dar un mejor aspecto a la colección en detrimento de su tiempo y calidad de vida.

Pero lo peor de aquellos seres era el condicionamiento mental al que habían sido sometidos durante siglos. Para ellos, todos los días eran iguales. Habían perdido la esperanza y con ella los sueños, la mayoría ya era incapaz de soñar y aquellos que habitaban en los barrios industriales solo escuchaban las mismas máquinas que controlaban sus vidas. En los barrios industriales, la tasa de suicidios era tan alta que se había autorizado el uso de la clonación automática para abastecer la mano de obra y los materiales necesarios para mantener la producción. Se decía que los últimos clones ya no tenían nombre, ni siquiera tenían un número. Surgían en edad adulta y eran procesados en cuestión de días. Los afortunados, arrojados a los calderos de breas, los más perecían en las fábricas o en la Gran Caldera, fuente de energía de toda la ciudad y sinónimo del infierno para todos los habitantes de Megapolis.

A los pocos que todavía conservaban deseos de libertad se les marcaba como ´´divergentes`` y eran vigilados de cerca por los Observadores, los cuales registraban cualquier anomalía que justificase una acción de reciclaje. La mayoría de veces,  los divergentes se ocultaban entre los ´´diligentes``, es decir, el resto de la masa. A veces funcionaba y otras los Observadores eran tan concienzudos en sus análisis que eran capaces de calcular las posibles futuras acciones de los seres estudiados. Normalmente con resultados nefastos para estos últimos.

Pronto, quizás en un par de horas, El Pulso los despertaría a todos y las puertas de los edificios se abrirían para vomitar a una eterna masa de seres grises sin personalidad. Ella lo sabía de buena tinta, pues llevaba más de once años siendo uno de esos seres grises… entonces todo había cambiado, en una noche todo lo que había conocido se desintegró por completo y… qué había pasado realmente? Cuando intentaba recordarlo, su cabeza simplemente estallaba de dolor y una densa niebla se cernía sobre ella. Todo tenía que ver con aquel objeto alargado, afilado, transparente como el cristal e ingrávido que descansaba en una funda de terciopelo rojo adherida de alguna forma desconocida a su cintura. De una factura exquisita, se hallaba decorada con un grabado al pie de la empuñadura, una llama azul que contrastaba de forma intensa con el resto de la funda.
Con un suspiro involuntario, se giró de nuevo para encarar el muro de seguridad que separaba el gigantesco Complejo Medusa de la zona 120. Entonces, perdió el conocimiento.


A sus pies se hallaba una gigantesca criatura, agonizando en medio del vacío insondable. Sus escamas blancas y sus grandes cuernos le habrían parecido magníficos si no estuvieran ensangrentados de una sangre roja y oscura que manaba por un millar de heridas. Enfrente suya, a los pies de la criatura, una figura alta vestida de negro observaba tras unos gruesos anteojos los vanos intentos del ser por alcanzarlo con sus fauces. La furia absoluta emanó de los ojos verdes de la criatura cuando el otro ser habló con voz indescriptible:

-Es necesario Yosara…-

Instantes después el vacío había desaparecido y en su lugar, una extensión infinita de un extraño líquido azul se reveló ante sus ojos. El viento, la golpeó y notó el sabor salado en la boca. Bajo sus pies, la tierra más verde que había visto en su vida daba paso a una gran caída hasta el lejano líquido. Como en la anterior ocasión, no estaba sola. Tres figuras permanecían al pie de la caída de espaldas a ella, contemplando la masa de líquido sin moverse un ápice. Congelados en un éxtasis que por el aspecto, debía de durar años, pues la tierra verde había crecido por sus ropas hasta cubrirlas en parte. Ella intentó moverse, sin embargo, comprobó que también yacía inmóvil. Tan congelada y atrapada como ellos, quiso gritar pero comprobó que sus labios no se movían y entonces, oyó una voz grave que llegaba hasta ella:

-Atrapada en tu propia mente, en tu propio fragmento… ridículo…-
La grave voz denotaba tristeza e incredulidad y por alguna extraña razón, le resultaba reconfortante, cálida y necesaria. No quería dejar de oírla. Quería que la acompañase a los lugares más oscuros para consolarla… y se preguntaba… por qué?

Una segunda voz, esta vez fría e inhumana, surgió como un susurro incorpóreo.

-Ya lo dije varias veces. Se trata de una niña estúpida, no podrá moverse…sigue presa del miedo-

Por algún motivo que no alcanzaba a comprender, esta voz heló la sangre de sus venas y le provocó un escalofrío que recorrió toda su espalda. Aquella voz hizo que quisiera esconderse en el lugar más profundo de la tierra, donde nadie ni nada pudiera encontrarla, donde la niebla no pudiese entrar…

Y por último, una tercera voz, potente y solemne, dura como el hierro y al mismo tiempo extrañamente suave tronó en la distancia:

-Basta!. Es suficiente! Ya nada puede cambiar ahora! La palabra ha sido olvidada!-

-Dejémosla en paz…- finalizó antes de que la figura central diera un paso y se precipitase al vacío.

La voz fría río durante unos instantes y sin mirar atrás, se arrojó hacia la gran caída. Su risa perduró unos pocos instantes antes de perderse por completo. La última figura, permaneció erguida unos instantes más y susurró unas palabras que humedecieron sus ojos y se convirtieron en lágrimas de absoluta tristeza.

-No te preocupes, honraré mi promesa… buena suerte, Das…-

Quiso gritar cuando la figura se precipitó al abismo pero sus labios permanecían congelados. Incapaces siquiera de evitar que una solitaria lágrima penetrase en su boca. El sabor salado se multiplicó y todo comenzó a girar a su alrededor, desdibujando la escena y mostrando el más absoluto vacío.


-Yosara…- murmuró antes de abrir los ojos. El vacío había desaparecido y en su lugar, la gran puerta metálica que franqueaba la entrada al Complejo medusa se alzaba ante ella. La enorme compuerta metálica de más de veinte metros de alto cortaba la avenida, aislando a los habitantes del complejo de los diligentes que habitaban la zona 120. Aquella enorme puerta jamás se abría excepto cuando llegaba la hora de que los trabajadores se incorporasen una vez más a la cadena de productividad y sumisa servidumbre que mantenía en marcha megapolis.

Cuantas veces Das había cruzado aquella puerta con ojos cansados y alma rota. Cuantas veces había regresado aguantando las lágrimas y las ganas de gritar por el horror contemplado hasta poder desplomarse en su pequeña habitación. Incapaz de dormir ante la perspectiva de volver a repetir el ciclo unas horas más tarde. Para ella, al igual que para todos los habitantes de la zona 120, que la gran puerta se abriese sólo significaba una cosa: el regreso al infierno.

Aterradora, la imponente plancha metálica desnuda se erguía sobre ella con malevolencia. Evocando terribles recuerdos que atravesaron su mente, invocando ojos húmedos y temblores que recorrieron su joven cuerpo. Se hallaba ante lo que muchos divergentes llamaban ´´la morada del ogro``, una puerta que en su interior guardaba algo tan terrible que muchos no dudaban en aceptar las ofertas de borrado de memoria que ciertos ´´individuos azules`` ofrecían bajo los conductos de materia vital que conectaban la zona 120 con el distrito de reciclaje y procesado. Al que se conocía comúnmente como ´´La cuna amarilla``. Y a pesar de que tal acto se encontraba tajantemente prohibido, siempre había alguien que se arriesgaba a descender hasta los conductos en busca de dar salida a los horrores contemplados.

Das conocía muy bien dichos horrores y ahora… ahora llamaba a la puerta de la casa de uno de ellos.
Con paso vacilante, se acercó a la parte derecha de la puerta y reparó en el pequeño ojo azul holográfico que la observaba sin pestañear. Por un instante, su corazón se detuvo. Cuanto tiempo llevaba observándola el ogro? Habría visto su caída? Habría observadores cerca?! Estarían los centinelas de camino?! Antes de que pudiera reaccionar dando un paso atrás, el ojo habló con voz monótona.

-Ahhhhhh… oggg…eeeehhh…  9989474242… Anomalía genética diligente… causalidad no computable… Parámetros de autoridad negativos… Causalidad no computable… margen de error 40%... derivando a autoridad pertinente…-

Una nueva voz, más aguda y claramente femenina sustituyó a la anterior.

-9989474242… AGD Daszia Talia Danethas, estás fuera de tu lugar aun dentro del área permitida. Tienes alguna razón alegable antes de procesar tu caso?-

Tragó saliva y contestó con voz temblorosa:

-S-Si…-

-En ese caso, habla. Quieres presentar información sobre algún divergente?-

-N-No. Quiero ofrecerme al noble Shaladanh.-

El ojo permaneció en silencio unos segundos antes de que la voz monótona regresase.

-eeehhhh… mmmmm...ciiiiiiii… aaaahhh…9989474242… AGD… Procesando solicitud… contactando… solicitud completada…-

-El noble Shaladanh acepta tu ofrecimiento. 9989474242, ahora eres propiedad del noble Shaladanh. El noble Shaladan desea verte de inmediato, 9989474242. Preséntate en sus aposentos de inmediato.- 
concluyó la voz antes de que el ojo se desvaneciese.

La puerta no hizo ningún ruido al alzarse para permitir su paso, pero a ella el silencio le aterró más que la sirena  de los centinelas cuando ejecutaban la justicia de la ciudad. Al otro lado, la avenida cambiaba su tonalidad rojiza por un verde apagado de aspecto ominoso. Atravesó el umbral con la sensación de que su vida quedaba atrás, atrapada en una red invisible tendida entre el complejo medusa y la zona 120. Había atravesado aquella puerta miles de veces… pero siempre acompañada de decenas de miles de trabajadores más… una gota roja en un mar gris. Caminar en soledad por la terrible puerta del ogro era algo reservado para sus peores pesadillas…

Solo que esta vez era real.

-Pero es necesario- murmuró en voz baja para sí misma. De lo contrario, los observadores darían con ella y tras ellos, los Centinelas. Se estremeció sólo de pensarlo y apretó el paso. Sin mirar atrás avanzó por la desierta avenida flanqueada por campos de seda que se extendían hasta el límite de los muros de seguridad que circundaban el complejo. Vista al frente, intentaba con todas sus fuerzas no reparar en los brazos y piernas que sobresalían de la espectral masa amorfa sedosa que amenazaba con invadir los cientos de metros de avenida que aún la separaban del complejo medusa.

El cual se alzaba imponente al final del camino.

Resultaba difícil saber exactamente cuál era la forma exacta de las instalaciones nobiliarias conocidas como el Complejo Medusa. A vista de observador, el complejo semejaba una gigantesca y abombada estructura esférica de forma ovoide de escala cromática verdosa ascendente. Desde la perspectiva terrestre, el complejo se erguía como una estructura viva de pesadilla con unas  rampas de acceso que culminaban en dos enormes puertas esféricas por las cuales se accedía al interior. Alrededor del mismo, nutriendo a la criatura, grandes Campos de Seda que ostentaban el título de los más cuidados de Megapolis, alimentados cada día por decenas de diligentes frescos que de forma voluntaria terminaban con su agonía existencial arrojándose a un final rápido y productivo. El orgullo que sentía el noble Shaladanh por los campos era grande y con frecuencia animaba a los desesperados a terminar su servicio de forma impecable, tentando a veces con premios y recompensas a las familias que nunca se cumplían. A pesar de todo, nunca faltaban suministros para alimentar los campos. El más mínimo error en su labor podía suponer un despido fulminante que terminaba con el ingreso en las sedosas profundidades.

Creados por el noble M 12, los campos de seda eran indispensables para mantener el suministro energético de las bio-estructuras auto ensamblables (BEAE). Las Beae eran la última moda entre los nobles y muchos de ellos competían por obtener la BEAE más saludable, robusta, con el diseño más osado o incluso estructuras imposibles. Algunos BEAE eran mutables y cambiantes como su limitada inteligencia se lo permitía y otros gustaban de devorar al mínimo descuido a aquellos lo suficientemente estúpidos como para detenerse demasiado tiempo en un lugar bioinestable, es decir, susceptible a cambios en su estructura, tales como crecimiento de paredes o la conversión en un receptáculo estomacal. El Complejo era, como agradecían sus diligentes, rígido e inmutable. Un ´´lugar seguro`` para los estándares de las BEAE.

Pero aun así, decenas de trabajadores perecían diariamente, alimentando los campos de seda.

Das se detuvo durante unos segundos al dar con uno de esos trabajadores ´´despedidos``. Varón, de unos treinta años, totalmente calvo y desnudo, con una expresión plácida en el rostro y una respiración lenta y entrecortada. Yacía en lo que ella dedujo como un intento de huida: caído en mitad del camino con el brazo derecho extendido hacia ella y el torso cubierto de ´´brotes de seda``. Minúsculos puntos rojizos en los lugares donde la seda atravesaba la carne, por los que lentamente era extraída la esencia de la víctima. Para aquel pobre diablo, ya no había salvación, pues lentamente, el campo de seda arraigaba más y más brotes en su cuerpo, arrastrándolo con delicadeza hacia la masa de filamentos blanquecinos que flanqueaba por ambos lados el camino. Tras respirar profundamente, saltó sobre el cuerpo y siguió adelante sin mirar atrás, si se retrasaba demasiado, correría la misma suerte.


La música sonaba a todo volumen a través del fluido P-12. Las ondas producidas por el altavoz agitaban el denso líquido y atravesaban el cuerpo del noble Phex Likar, causando en su interior mil orgasmos que se prolongaban durante varios minutos antes de volver a comenzar.  Conectado a su tórax, un pequeño aparato de aspecto similar a un broche, reanimaba su corazón cada vez que este se detenía a causa del placer… y el proceso comenzaba de nuevo. A Phex, noble por derecho  y decimosegundo hermano de la casa Likar, aquella le parecía la mejor vida posible en esta tierra. Mucho mejor que corretear de un lado a otro, gobernando y realizando esfuerzos innecesarios para obtener placer. -Si el placer está al alcance de tu mano, por qué no tomarlo? – pensaba. -Que gobiernen las máquinas, que cumplan su trabajo. Nosotros tenemos el deber de disfrutar del placer ilimitado, la gran bacanal eterna que nunca debe cesar, pues hemos nacido para esto.-

Segundos después y por vez primera en más de cincuenta años. La música cesó.

Por un momento, el noble se agitó en un último espasmo placentero y permaneció flotando en medio del líquido ambarino, en la oscuridad más absoluta. Cualquiera en su situación se habría preocupado, sin embargo, Phex se hallaba demasiado aturdido para reaccionar de ninguna forma. Sus seis cerebros luchaban por establecer un diagnóstico renovado de la situación en vano. Pues pasó más de una hora antes de que su abotargado cuerpo se deslizase junto con el líquido P12 a través de una serie de tubos luminosos que terminaban desembocando en un tanque de una tonalidad azul eléctrica que combinado con el fluido P-12, acabó tornándose de un naranja intenso. En este nuevo ambiente, Phex notó como su mente se aclaraba y como el placer era sustituido por una terrible furia contra el causante de esta situación. El cual, se hallaba aguardando de pie al otro lado del cristal, enfundado en un extraño atuendo cónico que le cubría todo el cuerpo hasta rematar en una esfera plateada en la punta. Si Phex hubiera tenido rostro, habría arrugado el entrecejo:  Un supervisor. Un subalterno semiorgánico que controlaba alguno de los numerosos sistemas superiores de Megapolis. Si Phex hubiera tenido boca, habría sonreído. Él le enseñaría a este ser inferior que no se debía molestar a sus superiores.

Con un grave grito mental, arrasó la por completo la parte orgánica del Supervisor, que se desplomó inerte tras resbalar por el cristal. Apenas unos minutos después, otro supervisor idéntico surgió de entre las sombras y ocupó el lugar de su antecesor. Phex repitió el proceso con este y con una decena más de supervisores hasta saciar su furia. Finalmente, hastiado, tomó contacto mental con el inexpresivo.

-Identificación, por favor.-

-Ziparias de Seras kk-x2- respondió con impaciencia.

-Es un placer volver a verle, su magnífica excelencia Phex Likar. Salve al duodécimo hijo de Ajdus Likar, señor de la gran familia nobiliaria…

-Suficiente!- Cortó con impaciencia. –Por qué he sido llamado?! Por qué interrumpís mi merecido descanso?!- bramó con furia.

La monótona y fría voz del semiorgánico no se alteró lo más mínimo.

-Señor. Tenemos un problema.-

De haber tenido ojos, los hubiera abierto como platos.

-Un problema? Qué clase de problema?! Habla!- exigió.

-Hace 6 horas, 12 minutos y cincuenta segundos detectamos una anomalía que resiste todos nuestros intentos de hallar su origen. Es una anomalía de sistema de clase 1.

El noble se quedó sin habla. Una amenaza de ese calibre nunca se había producido en los sistemas. En sus más doscientos años de vida, no recordaba ni una sola ocasión de clase 1. Aquello era grave, muy grave. Por un momento, se sintió tentado de reconducir la orden a su hermano Zeno, pero la desechó de inmediato. Él podía lidiar con la situación, no era ningún inválido inútil y se lo demostraría a todos aquellos que le tildaban de incompetente y adicto al P-12. Con un solo pensamiento, los datos completos recabados por los observadores acerca de la anomalía pasaron por su mente. Todo había empezado por un incidente aislado a causa de un asesinato. Por alguna razón, alguien había ordenado a los Centinelas que consideraran el caso procesado. –El que lo ha hecho- pensó – Lo ha hecho de una forma impecable. No ha quedado rastro alguno de él.- tras meditar unos segundos, supo que hacer, al Supervisor le habría llevado horas sobrescribir las órdenes de los miles de Centinelas de la ciudad, pero el semiorgánico no contaba con la ventaja de seis cerebros hiperdesarrollados. Satisfecho, el noble observó como la orden era ejecutada y los Centinelas regresaban al cumplimiento del deber. Con una señal mental, ordenó al Supervisor que se retirara y lo devolviese a su merecido descanso. –No me importaría que sucediese algo así cada 50 años. Ha sido excitante- pensó. Tras una silenciosa reverencia, el semiorgánico desapareció de la vista.

Bajo la membrana transparente de la puerta, Das pudo ver toda una maraña de filamentos verdosos de aspecto viscoso. Demostrando que se trataba de algo vivo, los filamentos se arrastraban de forma frenética por algún tipo de fluido o sustancia espesa, arremetiendo contra la membrana, tratando de atravesarla y alcanzar el exterior. Ella se mantuvo a una distancia prudencial, consciente de que acercarse demasiado podía ser el fin. Aguardó pacientemente a que el familiar sonido de succión se produjera y las dos membranas que conformaban la puerta se retirasen. Tras unos minutos, con cierta lentitud, los filamentos se dispersaron hasta desaparecer de su vista y las membranas se retiraron, dando paso a un amplio corredor iluminado por una luz verdosa muy tenue. Con paso decidido, Das penetró en las entrañas del Complejo y no le sorprendió cuando en absoluto silencio, las membranas regresaron a su posición original.

El tránsito era recto, ni una sola puerta o bifurcación halló en su camino hasta la cámara principal, donde el noble Shaladanh le aguardaba.

A diferencia de la tonalidad verdosa del resto del complejo, la cámara principal presentaba una coloración violácea rojiza, con múltiples variables adecuadas al gusto y capricho del noble Shaladanh. Pues aquella era su residencia principal y también el corazón del Complejo Medusa. Shaladanh, se refería normalmente a este lugar como el Centro Directivo o El Nido, los trabajadores del complejo tenían varios nombres para este lugar, de los cuales, el más común era ´´La boca del Ogro``. El nombre, en términos generales, evocaba el más profundo pavor en todos los habitantes de la Zona 120. Das, no era ninguna excepción.

Con cada paso que el corredor orgánico la acercaba a su final,  el coraje y la determinación de la joven se desvanecían, sustituidos por las terribles historias oídas acerca de los destinos de los ´´ofrecidos``. Cierto era que su plan había incluido cruzar el Complejo Medusa desde el principio, pero hasta que pudo ver la puerta de entrada carmesí al lugar más temido de toda su existencia había albergado algún tipo de esperanza. Sentimiento que ahora se desvanecía y le hacía preguntarse como esperaba superar aquel desafío desde un principio. El miedo la invadió y de forma inconsciente volvió la vista atrás, para su horror, una protuberancia verdosa bloqueaba el paso a pocos metros de su posición. Los filamentos arremetían con furia contra ella, tratando de liberarse de su prisión. No había salida, ni tampoco esperanza alguna de victoria. Solo restaba seguir adelante.

-Adelante… siempre adelante- susurró para sí misma tratando de infundirse valor. No tenía muy claro lo que significaba ni de donde procedía, pero aquella frase siempre le había reconfortado. Parecía tan lejana de su mundo, tan extraña y llena de significado…

Con el corazón latiendo con fuerza, caminó hasta la puerta roja. Que se abrió ante ella, revelando el interior de ´´La boca del Ogro``.

Desde la base del Centro Directivo, los ojos amarillentos e inyectados en sangre del noble Shaladanh contemplaron como su nueva ofrenda descendía poco a poco por los escalones blancos como el hueso de la escalera de caracol que conectaba el Centro Directivo con la azotea. En el pasado, había ascendido por aquella escalera en algunas ocasiones puntuales para contemplar con orgullo su próspero Campo de Seda. Ahora sin embargo, la estructura permanecía únicamente para impresionar a las visitas importantes u ofrecer a las ofrendas díscolas una vana esperanza de escape a su inevitable destino. La nueva ofrenda, una horrible anomalía genética de cabellos de fuego, descendía con exasperante lentitud hacia su masa principal, formada por una voluminosa protuberancia carmesí cubierta por una impenetrable coraza de gruesas escamas transparentes. La masa se alzó ligeramente, rebelando cientos de filamentos blanquecinos que hacían las veces de sedantes para las ofrendas díscolas. El noble examinó a la anomalía con una mezcla de curiosidad y repugnancia: -Cuál de ellas eres tu? Mi pequeña e imperfecta criatura.- pensó mientras establecía conexión mental con suavidad.

-Desciende un poco más rápido, querida mía- la apremió con voz suave, a pesar  de todo, no pudo evitar un deje de impaciencia en su voz.

La joven anomalía se detuvo en seco antes de dar un paso hacia atrás. Shaladanh examinó su rostro con interés, estaba aterrada. La masa principal se agitó con excitación, dejando que los filamentos surgieran lo suficiente como para volverse visibles. Ante la visión de su destino, la anomalía lanzó un grito y comenzó a retroceder por la escalera, incapaz de apartar la vista de la masa principal. Para diversión del noble, tras un par de pasos, la anomalía perdió el equilibrio y permaneció inmóvil, observando con el más puro terror grabado en su rostro como la masa principal revelaba un oscuro y ominoso orificio donde antaño oculto de donde surgían centenares de filamentos que se agitaban con furia, tratando de alcanzar su próxima comida. Das contempló su inminente destino con el más puro terror paralizando su cuerpo y su mente, la orina empapó su traje y descendió por los escalones  hasta alcanzar los filamentos. Estos enloquecieron de excitación y el noble tuvo la primera muestra gustativa de lo que sería una excelente ofrenda. La masa principal, alcanzó las escaleras y lenta pero inexorablemente, comenzó a ascender hacia la indefensa presa.

-En pocos minutos, todo habría acabado.- pensó el noble.

La mente de Das, incapaz de reaccionar, observó paralizada como la masa principal ascendía de forma lenta por la escalera, arrastrándose contrayendo y relajando su ´´cuerpo`` en una especie de latido espantoso que hacía ondular toda su escamosa superficie. Minutos después, la masa principal alcanzó el cuerpo de la anomalía y de un empellón, arrojó la ofrenda de la escalera, que aterrizó a escasos metros de distancia de los filamentos con un golpe sordo. Al terror paralizante se sumó un estallido de dolor que durante unos segundos,  atravesó su cuerpo, arrancándole un alarido de dolor. Tras unos instantes notó como los filamentos cubrían su cuerpo por completo y comenzaban a arrastrarla hacia su terrible destino.


-Hora de comer!!- aulló el noble Shaladanh chasqueando sus mandíbulas.

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