Besando a la Máquina.
Hasta que llegó la maquina.
Todo lo que podíamos hacer los mutilados era sollozar polvo.
Y observar la suerte de los recién llegados.
Los curiosos y asustados que seguían apretando los barrotes de la ventana...
en un vano intento de escapar.
Por desgracia, el vacío llama al vacío. Y en aquella habitación...
todos eramos huéspedes de un demonio de hielo.
Un día, algo cambió.
Y al despertar de ese sueño negro que tan poco reparaba...
vimos una extraña máquina de aspecto anacrónico...
repleta de cables imposibles y pantallas que exigían alimento.
No recuerdo como, pero alguien se acercó demasiado...
fue atrapado por los cables y consumido en un instante.
Todos sollozamos aterrados, pero vimos que la máquina emitía calor.
Y los más valientes, con timidez, se acercaron.
Pudieron comprobar cuanto les agradaba la calidez enfermiza.
Y arrastraron a aquellos que no podían defenderse a las entrañas.
Se pasaban horas besando a la maquina.
Contemplando las imágenes oníricas que esta mostraba.
Alimentando su hambre infinita con los recién llegados.
Arrojándose al frío abrazo del metal y la ilusión.
Pero...
quién podía juzgarlos? el sacrificio era preferible al vacío...
y un alivio temporal era preferible al eterno tormento.
Entretanto, yo seguía apartado e inmóvil, sollozando polvo.
Pronto quedamos pocos.
Todo lo que podíamos hacer los mutilados era sollozar polvo.
Y observar la suerte de los recién llegados.
Los curiosos y asustados que seguían apretando los barrotes de la ventana...
en un vano intento de escapar.
Por desgracia, el vacío llama al vacío. Y en aquella habitación...
todos eramos huéspedes de un demonio de hielo.
Un día, algo cambió.
Y al despertar de ese sueño negro que tan poco reparaba...
vimos una extraña máquina de aspecto anacrónico...
repleta de cables imposibles y pantallas que exigían alimento.
No recuerdo como, pero alguien se acercó demasiado...
fue atrapado por los cables y consumido en un instante.
Todos sollozamos aterrados, pero vimos que la máquina emitía calor.
Y los más valientes, con timidez, se acercaron.
Pudieron comprobar cuanto les agradaba la calidez enfermiza.
Y arrastraron a aquellos que no podían defenderse a las entrañas.
Se pasaban horas besando a la maquina.
Contemplando las imágenes oníricas que esta mostraba.
Alimentando su hambre infinita con los recién llegados.
Arrojándose al frío abrazo del metal y la ilusión.
Pero...
quién podía juzgarlos? el sacrificio era preferible al vacío...
y un alivio temporal era preferible al eterno tormento.
Entretanto, yo seguía apartado e inmóvil, sollozando polvo.
Pronto quedamos pocos.
Comentarios
Publicar un comentario