Cuando voy en bicicleta.

Veo pasar el mundo mucho más rápido. Más fluido.
El viento, acaricia mi rostro, la lluvia azota mi cuerpo.
Atrás, en el lejano asfalto, se queda el miedo.
Pues en la densa jungla urbana, ya sea en Lugo o Calcuta-Madrás.
Yo, al igual que todos los ciclistas, soy un conductor más.

Veo, que los problemas se desinflan solos.
Que mi cuerpo vuela libre del estático cautiverio.
La gris monotonía tropieza.
Cuerpo, mente y alma. Una sola fuerza.
En la velocidad, la máquina cobra vida...

Y sólo hay que pedalear! Jugar un poco con la física!
Cada uno a su ritmo, sin prisa!
No hay carrera alguna que ganar, cuando se monta en bicicleta...
Uno penetra en un estado mágico.
Se siente liviano, incluso en la mayor cuesta.
Porque la pena y el gris del mundo...
No son capaces de llegar tan alto.

Veo, con un ojo más atento. La naturaleza del viento.
Y confirmo, que el tiempo se detiene en el infinito.

Veo la velocidad del mundo. El raudo cabalgar del destino.
Y confirmo, que ahora, sería capaz de adelantarlo.

Pues, cuando voy en bicicleta...
Entro en un mundo mágico.

Y soy capaz, en ese estado, de sentir aquello que pasa desapercibido.
Pues montar en bicicleta...

Es libertad.

La libertad que hemos olvidado.
La sensación fantástica grabada en la infancia
que regresa a nosotros como una vieja amiga.
Incondicional seguidora de nuestras peripecias
por tantas polvorientas sendas.

Estrellas en el firmamento. Y el rítmico pedalear solitario.
Del ciclista nocturno, que libre, escapa de cualquier horario.
Polvo en la cara, el cortante viento frío.
Del aguerrido ciclista en el montaña, que confronta la ruta, sin miedo.
Bicicleta solitaria en la mañana. Como perro fiel, aguardando a su dueño.
Es el ciclista urbano, que con soltura, burla el denso tráfico.
Y como olvidar, el lento pedalear del abuelo. En su arcaico artilugio.
Que con medio siglo a sus espaldas, resiste estoico el camino.

Y aquel afable mecánico, de mano experta y corazón compasivo.
sólo puedo decir en su honra, que me alegro mucho de haberle conocido.
Sin él, este poeta, no sería el mismo.

Y ya por último, cuando voy en bicicleta.
Una sonrisa se apodera de mi rostro.
Pues a los mandos de mi versátil vehículo...
Soy capaz de dejar atrás...

Todo lo que pese demasiado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Todo va a ir bien...

A merced do lobo. (Galego)

Y si te caes...