Sr Acebo

Yo no te pido nada. Tu no me debes nada. A pesar del inmenso deseo de gratitud que siento hacia ti. No será amor, si no apego, atarte con un lazo tan robusto.
Por tanto. El momento podría ser descrito de la siguiente forma:
Únicamente somos dos seres universales en el mayor sentido de la expresión. Guiados por la causalidad del más puro azar enmarcado en una locura para el estándar social. Llevabas mil millones de partículas esperando mi llegada? Acaso importa?
Somos dos seres universales reconociéndonos a través de la misma existencia. Sin tratos, sin palabras, sin intenciones. Sólo un simple abrazo que hace temblar nuestros cuerpos. Siento tu suave movimiento a través de los años. Y aunque veinte años he pasado a tu vera...
El momento ha sido ahora.
Y nos separamos con la conciencia elevada a nuevas potencias. El corazón latiendo con el espíritu liberado y danzante en la foresta neblinosa. Poemas Ent cantados al son del público eterno.
Nuevamente. Regresaré a la vorágine de la sociedad enferma. Regresaré para seguir girando, saltando, danzando y cantando... tratando de evitar la máquina picadora y sus mortales cuchillas.
Pero siempre conservaré el regalo de la vista lejana. El regalo de la boca de espuma... El regalo del latido consciente. Y real o no, el universo vibra alrededor de ese momento en la máxima quietud.
Y el Iglesario. El mismo corazón del bosque. Asiente. Esperando...
Y eso. Eso es hermoso.
Cierto, Sr Acebo.

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