Epifanía instantánea.


Veinte años mirando hacia arriba...

Hoy, he mirado y en un segundo he visto más.
He visto el firmamento.
Algo a lo que siempre había estado ciego.
Y ha sido sin pretenderlo.
Como llegan las cosas importantes.

Las lágrimas afloraron a mis ojos.
Sin pretenderlo. Sin invocarlo. Lloraba años.
Lloraba ceguera invisible y dañina a lo obvio.
Ese era el regalo del firmamento.

Las apagadas estrellas se han tornado.
Lejanos diamantes.
Veinte años de prisa han finalizado.
En unos instantes.

Y han pendido como flores divinas.
En estados de múltiples máscaras.
Belleza eterna.
Imperecedera.

Antes, luces anodinas.
Ahora vista verdadera.

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