La luz en la montaña: Capítulo 4 (La identidad del asesino)
CAP 4: La identidad del asesino.
El silencio se quebró a bordo del navío 26-Zephiria clase
Extractor. Durante décadas, el único sonido usual en su interior era el goteo
constante de las goteras causadas por la erosión del mar. El inmenso buque, de
casi quinientos metros de eslora había sido en sus tiempos, un barco científico
en busca de fuentes de energía inagotables. Pero por visicitudes del
destino, antes de poder realizar la
primera prospección en aquellas aguas, una enorme tempestad hizo encallar la
nave, matando a todos sus ocupantes durante el proceso. 3321567829-K55 SKOLOR había sido en sus
inicios uno de los encargados del mantenimiento del Extractor, tras la
tormenta, todos los encargados de mantenimiento continuaron realizando sus
actividades comunes como si nada hubiese sucedido, sin reparar en la nimia
situación de permanecer encallados. Esto último aportó muchas decepciones a la
tripulación, los radares no podían ser
reparados sin suministro especializado, por tanto. 3322497829-K55 y 3322487829-K55
permanecieron estáticos en lo alto del extractor hasta que fueron pasto de la
herrumbre. Para subsanar las irreparables hélices, 3322517829-K1 se desmontó
pieza a pieza, el enorme operario se autodestruyó cuando la única pieza
restante, la cabeza, en su empeño por cumplir su trabajo, fue atrapado por un
grupo de Golors, que lo desmantelaron en el acto.
En las calderas del barco, 112141-F12, continúo propulsando
el barco sin reparar en ningún momento que arrojar a los empleados de cantina y comedor, seguidos de todos el
personal de la sala de máquinas no surtía efecto alguno. Finalmente, el
gigantesco mecanoclasta acabó por arrojarse a sí mismo a la gigantesca caldera.
Con el paso de los siglos, Uno a uno, todos los operarios de mantenimiento se
oxidaron o autodestruyeron, dejando el barco en el abandono más absoluto. Sin
embargo, un superviviente restante despertaba de nuevo ecos lejanos en el
barco: 3321567829-K55 SKOLOR avanzaba
con seguridad en medio de la penumbra. El Ex- operario buscaba algo, había
descendido a la bodega por primera vez en siglos y las cosas no habían cambiado
demasiado. Los Golors ya lo conocían bien y huían de su camino antes de que él
pudiese hacer puntería certera en las azuladas alimañas. En su interior, la
idea de una purga contra las alimañas comenzó a brotar en su cabeza, pero la apartó de inmediato, no era tiempo de
pensar en eso. Un visitante había llegado a su hogar y debía ser atendido lo
más rápido posible. En su periplo por los pasillos, no pudo evitar pensar en el
lamentable estado del barco, el equipo de mantenimiento general había fracasado
en su labor, deshonrando la serie K-55. Si no hubiesen sido consumidos por
112141-F12, Skalor los habría arrojado al mar por su incompetencia. El deseo de
Skalor de usar el montacargas de
descenso se truncó cuando el debilitado fuselaje no soportó su media tonelada
de peso. Cayó como el plomo al nivel inferior, que cedió a su vez, por lo que
siguió descendiendo. Durante su caída, el oxidado material férrico era incapaz
de detener la función de la gravedad, por lo que, nivel a nivel, continuó
descendiendo hasta estrellarse contra la bodega.
La bodega del Extractor, había sido el primer lugar en
inundarse de todo el barco. Antaño, había albergado los suministros
alimenticios así como grandes contenedores de recambios. Sin embargo, 112141-F12, en su eterna cruzada por
alimentar las calderas, había destrozado
y arrojado todo material compatible, incluyendo, como Skalor pudo
constatar, todo recambio disponible. Sin embargo, eso no importó lo más mínimo
a Skalor, su objetivo no tenía nada que ver con la reserva de alimentos o los
fusibles de repuesto, como asistente del capitán, Skalor conocía a la
perfección todos los compartimentos secretos del barco, incluyendo el
habitáculo N.O.C.N.I. El operario se abrió paso a grandes brazadas entre el
bosque de algas que se había apoderado de la bodega, apenas veía más allá del
manto gris amarillento que le rodeaba, pero su sistema de orientación le guiaba
sin posibilidad de error alguna a través de aquel intrincado laberinto de
cintas multicolores.
Alcanzó el compartimento secreto sin vacilación alguna, y
eso era una buena señal, al fin y a al cabo había sido programado para cumplir
dicha orden en caso de que el navío se encontrara en peligro. La consola de
mandos de aspecto herrumbroso permanecía inerte y Skalor no podía entenderlo:
Tamaño desorden había acontecido en el barco solo por siglos de erosión
marítima? Aquello era inaceptable!, tamaña insubordinación requería un castigo
ejemplar para los descuidados robots de mantenimiento. La consola, cubierta por
completo de moluscos, no dio señal alguna de activarse, quizás fuese porque
hacía ya mucho tiempo que los circuitos se habían inundado, o que el generador
del barco llevase siglos inactivo. Pero al obstinado operario no le interesaba
lo más mínimo las excusas de tan insolente y silenciosa consola de control. Un
par de golpes enérgicos abollaron la pared y el óxido hizo el resto:
La sala confidencial del Extractor había sido en su momento,
el último grito en equipamiento: Seis N.O.C.N.I.S último modelo y una miríada
de herramientas modernas, módulos de actualización, varios trajes de vacío,
Transportes clase Pinzácoras… Y todo ello dispuesto y listo para cualquier
emergencia. El agua no tardó en inundar los modernos instrumentos que tras
siglos de abandono habían alcanzado un avanzado estado de deterioro, Skalor
ignoró los gemidos de las paredes contiguas a causa de la presión. Era evidente
que en cuestión de instantes las paredes hinchadas y combadas cederían y toda
la estructura se vendría abajo, quizás las propias bodegas, tras siglos de
corrosión constante, se desplomasen sobre si mismas. Sepultando al operario
bajo cientos de toneladas de herrumbre, rocas y algas.
Tal predicción se cumplió cuando con un estallido sordo, las
herrumbrosas columnas de soporte central cedieron. El gigantesco buque efectuó
una última reverencia inclinándose ante el mar vencedor. Ni siquiera la élite
de los barcos antiguos podían aguantar eternamente el embate constante del turbulento mar. Las enormes rocas que habían
actuado a modo de tenaza sobre el navío, vieron ganada la partida cuando, con
un estruendo metálico, el derrotado contrincante se desprendió del rocoso
abrazo para hundirse en las profundidades del mar para siempre…
Pocas cosas habían podido sacar a un agonizante Marcus Sdrön
del estado soporífero que lo aprisionaba. El sonido causado por el Extractor
antes de hundirse por última vez en las aguas fue suficiente. Despertó empapado
en sudor y en sangre seca, su sangre, de sus ojos manaba un surco rojizo
negruzco, al igual que de sus fosas nasales y su boca. Parpadeó con la vista
nublaba mientras se preguntaba dónde estaba, si aquello era Planina, y de
serlo, por qué le dolía tanto todo el cuerpo. Su vista recorrió la cabina de
emergencia y comprendió que seguía vivo, un sentimiento de ira se adueñó de él:
Cuantas miserias y dolores debía soportar antes de que la muerte por fin se lo
llevase?. La sed atenazaba su garganta de forma terrible, respirar era un
auténtico suplicio y por si todo aquello no fuese suficiente, el agua había
comenzaba a filtrarse por la capsula de emergencia. Ignoraba su posición exacta pero imaginaba que
seguía dando tumbos por la infinita extensión de escoria que era su hogar, las
lágrimas habrían acudido a sus ojos de tener reserva alguna de agua en su
cuerpo.
-Necesito un último trago antes de morir… No tiene
importancia si es venenosa o no… necesito… agua.- Susurró con los labios
agrietados que se tornaron de un tono carmesí al abrirse las heridas. El dolor no
le importó en absoluto: Estaba deshidratado, casi desangrado, le faltaban tres
dedos y se sentía terriblemente enfermo. Podía ser peor?
Recurriendo a una reserva de fuerzas tiempo ha vacía,
Marcus, se arrastró penosamente hasta la escalerilla de la cápsula. Solo el
contemplar los siete escalones verticales lo desanimó por completo. Como podía
siquiera pensar en trepar cuando apenas si podía arrastrarse?. Sintiéndose
morir, el muchacho comenzó a ascender uno a uno los escalones que le conducían
a la tan ansiada muerte. Cada escalón ilustraba a Marcus con nuevas enseñanzas
acerca de la estupidez y el dolor extremo que se grababan a fuego en la mente
del joven. Cuando alcanzó la cima, no pensó ni sintió placer alguno al
descubrir que la cápsula se hallaba anclada en un grisáceo islote, que había
alcanzado tierra. Se limitó a caer a la orilla de la playa con un chapoteo y
beber largos tragos de agua que le provocaron una tos similar a estertores de
muerte. Una fina llovizna repiqueteaba sobre el desnudo islote, propiciando que
todos los habitantes de este abandonaran sus refugios para disfrutar de tan
atípica bendición.
En el mar aceitoso rara vez brillaba el sol. Una película de
nubes y polución cubría de forma permanente el cielo por completo. El aspecto ya deprimente y malsano del mar
era acentuado por el cielo encapotado que le otorgaba un aspecto surrealista,
casi de pesadilla. Cuando el sol atravesaba la masa de nubes lo hacía de forma
despiadada, castigando a los desacostumbrados moradores marítimos. Durante esos
días, las temperaturas se disparaban hasta extremos letales, una de las razones
por la que casi todos los seres del mar poseían una guarida subterránea en la
que languidecían durante el periodo en el que el astro decidiera castigar
aquella tierra olvidada por todos. Los días de lluvia eran en cambio una
bendición. La única ocasión en que el
agua dulce se precipitaba como un regalo sobre los habitantes del mar aceitoso.
En dichas ocasiones, depredadores y presas olvidaban su rol en la naturaleza deformada
para hidratarse con todo el líquido que pudiesen ingerir.
En el islote Agolo, los gusanos luminiscentes que anidaban
en la playa comenzaron una danza de agradecimiento por el gran regalo que tras
casi mil vidas de espera, los dioses anélidos concedían a su querido pueblo.
Equinodermos similares a estrellas de mar
de mil patas se arrastraban desde el fondo del mar en dirección a la
playa, y con ellos, cangrejos espada de rugoso caparazón, un par de enormes
cetáceos que emergieron a la superficie, cientos de miles de pulgas de agua y
un único Osfórido acampanado que arrastraba su pesada mole por el lecho marino
hasta la superficie. Ningún organismo reparó en el agonizante ser humano que
descansaba en el borde la playa, con su boca abierta al máximo mientras
pequeñas gotas de agua dulce como la miel se escurrían por su garganta. No se
permitió llorar, necesitaba todo el líquido posible para salvarse, para huir de
las garras de una muerte que ahora no resultaba nada tranquilizadora. Los
dolores no habían remitido y a ellos se le había añadido unos fuertes calambres
en la espalda, la buena noticia radicaba en que la película negra se había
desprendido de su piel y ahora se alejaba flotando, arrastrada por la agitada
marea. La esperanza germinó en Marcus como una enfermedad resiliente. La luz
que antaño le había guiado retornó con más fuerza que antes, insuflando
esperanza y ganas de vivir en su devastado cuerpo. Los gusanos, en su danza,
treparon por su cuerpo cubriéndolo de babas luminiscentes que le otorgaron un
aspecto onírico, a Marcus no le importó. Ocupado como estaba en absorber hasta
la última gota de agua disponible.
Al caer la noche, la playa relucía en todas las
combinaciones de color posibles, la lluvia permanecía, así como los gusanos
pintores de aquel mural natural de incomparable belleza que aplastaba la sorda
escala cromática de grises del mar aceitoso. La danza casi había terminado,
pero la vitalidad de los anélidos rozaba el frenesí: retorciéndose en coletazos
frenéticos y dando pequeños saltos que
arrojaban estallidos de colores en el lugar de aterrizaje. Marcus observaba en
el silencio más absoluto el increíble espectáculo. Su cabeza apenas daba cabida
a tal portento, por un lado solo había contemplado la lluvia una vez en su
vida. Y en aquella ocasión, su abuelo le había prohibido terminantemente salir
del anular. Por ello, la magnitud del espectáculo que ahora contemplaba caló en
su mente, expulsando la fiebre y la totalidad del veneno que hasta ahora
atenazaba sus entrañas. Todo su cuerpo se encontraba cubierto de baba
luminiscente en su totalidad, pero en lugar de aterrarse por la probabilidad de
que resultase venenoso, permaneció tranquilo, imperturbable. El miedo se
disolvió como si de la película negra se tratase, no deseaba levantarse ni
buscar refugio alguno a pesar de las letales púas del Osfórido se encontrasen a
medio metro de su rostro.
No, el tiempo del miedo había pasado. Se había impuesto la
esperanza y el ego desaparecía engullido por el momento. La vida entera se
desvaneció, dejando solo el sonido del mar, el caer de la lluvia y el color
infinito de la playa. Marcus Sdrönd se desvaneció del mundo. Su mente voló por
el espacio, a través de canciones, de galaxias muertas y de constelaciones
agonizantes. Ante él, la nada en su mayor totalidad, expresada en forma de unas
enormes fauces que engullían el universo de forma lenta y premeditada , en
busca de su meta, en busca del corazón del universo. La luz centelleó y un
único ojo apareció en el horizonte carente de estrellas, una esfera del tamaño
de decenas de mundos que ahora clavaba su mirada implacable en Marcus Sdrönd…
El muchacho se estremeció bajo la mirada del enemigo, el gran devorador que
amenazaba con consumirlo a él y al mundo entero.
-Y no solo el nuestro- Pensó.-Se tragará todo hasta alcanzar
el centro… Y no puede ser detenido.- se lamentó. –Está hambriento y tiene a su favor al
destino…- Susurró al espacio vacío.
Un haz de luz atravesó el universo en un instante hasta
alcanzar el ciclópeo globo ocular. El globo ocular se expandió más allá de lo
posible, engullendo galaxias enteras que implosionaron en un estallido de
colores luminiscentes similar al mural de infinitos colores… Era eso lo que
hacían los gusanos? Cantaban un réquiem silencioso al destino del mismo
universo? O acaso se trataba todo de una
ensoñación a causa de la proximidad de la muerte y la acción del veneno? Era
posible que estuviese muerto y ahora, como espíritu errante, debiese encontrar
el camino a Planina por sí solo? Donde estaba la luz o el poder capaz de hacer
frente a semejante entidad?. La desesperación lo invadió y el ojo aprovechó
aquella flaqueza en sus defensas para enviar un único y demoledor mensaje:
-DEVORAR, LA CARNE ES MÍA, PARA DEVORAR, EL MUNDO, QUE CRECE
EN MI INTERIOR, PARA DEVORAR, EL CIELO DE LOS ÁNGELES, PARA DEVORAR, TODO EL
UNIVERSO, PARA DEVORAR, A TI PEQUEÑO AGENTE DE LA CREACIÓN, DEVORAR, TU CARNE,
DEVORAR, TU VIDA, TU TIEMPO, DEVORAR TU ROSTRO Y TU DESTINO, DEVORAR LA VIDA, A
LOS QUE AMAS, LOS QUE AMARÁS Y LOS QUE TE ENTREGARON. DEVORAR EL SINO DEL
UNIVERSO Y CRECER PARA DECORAR EL NUEVO CIELO CON LOS CADÁVERES DIGERIDOS QUE
ANSÍO DEVORAR, PARA DEVORAR EL FIRMAMENTO Y LOS AGENTES DEL MUNDO ROTO, Y
DEVORAR EL GARFIO Y EL MENSAJE DENTRO DEL MIEDO, PARA DEVORAR A TU FAMILIA ,
DEVORAR EL COLOR ENTERO Y DEVORAR EL CIELO QUE TE COBIJA… DEVORAR LA MUERTE Y
LA VIDA PARA DEVORAR EL ORDEN DE LA RUEDA Y DEVORAR LA CARNE Y EL ESPÍRITU,
PLANINA Y EL BOSQUE SECO PARA DEVORAR LA TIERRA Y LA ENERGÍA, DEVORAR LA
MATERIA Y EL TIEMPO Y DEVORAR TODO LO QUE EXISTE HASTA ALCANZAR EL CENTRO DEL
UNIVERSO!... DEVORARTE!!!.
Este grito los persiguió en su descenso hasta su regreso al
cuerpo. La vida de Marcus se detuvo durante unos instantes. Su cuerpo se
convulsionó y retorció mientras se desgarraba la garganta en un grito que
recorrió el mundo entero con un solo mensaje: DEVORARTE!.
En el anular, la fuerza mental del grito licuó por completo
el cerebro de las gemelas, el resto de la familia despertó con el corazón
latiendo desaforadamente y se mantuvieron toda la noche en vela, hasta que a la
mañana siguiente, Noahn descubrió el terrible hallazgo que terminó de destrozar
por completo a la familia. La mente de Cat, sintió como un vendaval arrastraba
su cuerpo hacia el infinito, gruesas
lágrimas recorrieron sus mejillas, pues algo en su interior le decía que jamás
regresaría.
En los mares, criaturas ancestrales chillaron de terror y se
encogieron en sus guaridas. Los anélidos y todo organismo vivo cercano a Marcus
pereció al instante, una oleada de muerte recorrió el lecho marino, acabando
con la vida de todo ser viviente en veinte kilómetros a la redonda. Marcus se
tambaleó y perdió el conocimiento mientras pensaba.
-Estamos perdidos…-
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