La luz en la montaña: Cap 3 (Desolación Náutica)
CAP 3: Desolación Náutica.
Despertó a causa del frío punzante y el agua helada, al
principio, abrió los ojos y su observó el mundo teñido de negro. Sacudió su
cabeza, confuso. A su alrededor brillaban unas luces parpadeantes que acabó por
identificar como el panel de control de la capsula de salvamento. –Lo he
conseguido- pensó… -Pero. Cómo?- se preguntó.
En su memoria bailaban escenas ajenas a todo lo sucedido,
escuchaba crujidos y chasquidos acompañados de la voz de su abuelo. Se palpó la sangre seca que le cubría, pero
no tardó en descubrir que no era sangre, ni piel, ni nada que hubiese visto
jamás… y eso le asustó.
Se puso en pie de un salto y cayó de bruces al suelo, presa
de unas nauseas incontrolables. La vida parecía lejana, la visión teñida de
negro le causaba escalofríos, algo que no recordaba había sucedido y con ello…
quien sabe lo que podía haber desencadenado?. Los recuerdos se mostraban
esquivos en todas sus formas: Visuales, sensoriales u olfativos… los auditivos
en cambio acudían como una orquesta cacofónica. Sumiendo al joven en la
confusión más absoluta. Al cabo de un par de intentos, decidió no pensar, era
más seguro.
Actuó mecánicamente, por instinto, guiado por una voluntad
ajena a la suya. Alcanzó la silla de mandos y cerró la escotilla. Por algún
motivo que no intentó comprender, el suelo de la capsula estaba seco. Y aquel
hecho era una incongruencia en sí mismo,
había llovido, las nubes de color oliváceo que se divisaban al norte así
lo atestiguaban. Ignoraba si se trataba de una breve precipitación o de una
auténtica tempestad… había llovido, y el suelo de la capsula estaba seco, en
otras circunstancias lo habría encontrado gracioso, pero ahora turbaba su mente
de sobremanera.
Marcus comprobó con mano experta el estado de la cápsula,
otra incongruencia más acudió a él, el depósito de combustible de la capsula
estaba lleno. Y eso era imposible, recordaba a la perfección como hacía x
tiempo, él se encontraba en las tenebrosas profundidades realizando el trabajo
que más amaba: Rescatar chatarra para el Anular. Si la capsula de rescate se
había disparado y él se encontraba a bordo… por descarte, el combustible de la
capsula debería haberse consumido por completo. Pero no le dio más vueltas… era
más seguro.
A una orden suya, la capsula comenzó a moverse a través de
las agitadas aguas, de cuando en vez, restos de residuos chocaban contra la
balsa, la mayoría de ellos eran sobrepasados sin esfuerzo por esta. Otros
requerían la pericia de Marcus como piloto para ser esquivados, un par de ellos
sin embargo escaparon a su percepción logrando que la capsula se tambalease por
los impactos. Una vez hubo asegurado el rumbo y calibrado el radar para la
detección de objetivos, el joven se aupó fuera de la cápsula a través de la
ausente escotilla. Al igual que con los dos casos anteriores, el joven decidió
no preguntarse donde se encontraba la gruesa escotilla de acero que franqueaba
la entrada a la cápsula. La cápsula, de apenas tres metros de largo por dos y
medio de ancho, avanzaba a una velocidad estable por la superficie del mar. Al
norte, el grisáceo sol comenzaba a ocultarse otorgando unos últimos rayos de
luz perlada al mar aceitoso. Nadie emergió a contemplar el regalo ofrecido por
el moribundo astro. Marcus observó el atardecer mientras su mente trataba de
encontrar alguna explicación lógica al estado de la cápsula. En realidad,
conocía la causa, no obstante, se negaba a creer que hubiese sido tan estúpido.
Lágrimas de culpabilidad brotaron de sus ojos, al cabo de unos segundos comenzó
a sollozar a gritos, no le importaba que lo oyese algo, ya que descartaba el
´alguien`, solo quería saber qué dirección tomar para regresar al anular, para
volver con su familia… Pero nadie le oyó ni nadie acudió…
Porque el mar aceitoso está muerto.
Esa era la mejor definición para aquel lugar: Muerto. Una
infinita extensión de aguas revueltas salpicadas de trozos de escoria de
procedencia desconocida. Sus costas no eran más que ruinas repletas de montañas
de chatarra y sus habitantes eran engendros, mutantes y maquinaria olvidada que
descansaba sepultada bajo toneladas de fango y escoria. No tenía fondo, o eso
se rumoreaba en tiempos en los que los mercaderes del interior visitaban de
cuando en vez el Anular. Los mercaderes contaban como expediciones enteras se
habían perdido al alejarse de la placa continental. –Llega un punto en el que
simplemente desaparecen.- había concluido con aire misterioso.
Y a decir verdad, nada parecía indicar lo contrario. El mar
aceitoso se extendía en todas direcciones, con sus aguas siempre cubiertas por
una pátina de suciedad. Poblado por moradores monstruosos que ridiculizaban a
los desolladores náuticos. En cuanto al tema de la profundidad… Cierto era que
la profundidad real del mar resultaba insondable, sin embargo, Marcus atribuía
las desapariciones a una inadecuada
preparación y a la monstruosa presión que
imperaba en los fondos abismales. En la superficie, el mar no resultaba
menos peligroso, los desechos y residuos variados podían causar el hundimiento
de un barcos con gran facilidad, a la propia cápsula le costaba horrores
circular por la inmensa extensión colmada de despojos.
Despojos de todos los tamaños y tipos posibles: Desde las
misteriosas bolas blancas del tamaño de un pulgar, hasta las enormes
estructuras metálicas de cientos de metros de altura alzadas por descomunales
flotadores plásticos, pasando por las masas negras que atenazaban los barcos y
a menudo los hundían en las aceitosas profundidades. El mar desde lejos era
visto como una extensión completamente negra, a unos pocos metros el agua se
tornaba de un color pardo mezclado con un azul muy oscuro, siempre cubierta por
una pátina de suciedad brillante y oleosa que otorgaba el nombre al mar.
-Y llamarlo mar es un eufemismo, yo más bien lo tildaría de
abismo…- sentenció a la nada el joven.
-Y estoy perdido dentro de él- se lamentó.
A su alrededor no vislumbró señal alguna de costa o tierra
conocida, el horizonte se mostraba como el mar, revuelto y trufado de nubes
adonde fuese que mirase. Nubes de tono grisáceo y amarillento se arremolinaban
al sur, mientras que al norte, el mar se extendía: infinito, sin cambios.
Calculó sus recursos y la desesperación lo inundó: Racionando de forma extrema,
tenía agua potable para tres días, no era que no pudiese beber del agua del
mar, en absoluto, sin embargo, desconfiaba de sobremanera de la zona en la que
se encontraba y aunque, tendría que beber tarde o temprano, prefería no hacerlo
hasta estar en las últimas. En cuanto al combustible y la comida… Esperaba que
las raciones de emergencia permaneciesen intactas y el combustible aguantase un
par de días.
-Al menos estoy vivo… - pensó.
Su cabeza regresó a su familia y de nuevo una oleada de
tristeza lo embargó, de que servía luchar? Lo más probable es que apenas le
restasen un par de días de vida, y sin embargo, él se empeñaba en luchar contra
lo inevitable. No tenía nada, ni rumbo que seguir, ni suministros, ni apenas
esperanza. Una simple y débil chispa autónoma era lo único que evitaba que se
lanzase al mar para acabar con su sufrimiento… una simple y débil chispa que no
reconocía como suya, era más bien como si alguien mantuviese encendida una luz
dentro de él. Todo había acabado y sin embargo, por alguna razón, algo en él se
negaba a aceptarlo.
Incluso aún con rumbo y en tierra… que haría? No imaginaba
dolor más lacerante que el que le producía perder a su familia, empezar de
cero, sin ellos. Empezar sin la risa de las gemelas y los enfados de Noahn, sin
las caricias de su madre y la presencia silenciosa de Tighe… Era una pesadilla,
por un momento barajó la posibilidad de que todo se tratase de un sueño. Por
eso no recordaba casi nada, porque todo había sido un sueño, una ensoñación de
su mente que ahora se encontraría tirada en su catre, todo tenía que ser fruto
de su imaginación. Porque la alternativa era demasiado horrible como para
siquiera considerarla. Durante unos segundos se preguntó cómo romper el sueño,
como despertar, se pellizcó con fuerza,
pero el mar continuó existiendo, impasible. Detuvo la cápsula y se arrojó al
mar. Las heladas aguas no lo despertaron, en cambio, lo entumecieron y por poco
no logró regresar a la embarcación.
-Algo es seguro, esto no es un sueño- sentenció con los
dientes castañeando
De nuevo rompió a llorar, la soledad lo engulló y de nuevo
consideró quitarse la vida como la opción más viable. De nuevo la luz se
mantuvo en su interior, consolándolo y otorgándole fuerzas. Permaneció durante
un largo periodo de tiempo sentado en el suelo de la cápsula, con los brazos alrededor
de las rodillas, meciéndose de un lado al otro. Su estado podría ser tildado de
catatónico, pero algo más, en su interior algo había despertado, algo que jamás
podría ni querría volver a dormir… y en el fondo, él lo sabía.
Cuando sus lágrimas se secaron, regresó a su posición
anterior. La cápsula se balanceaba movida por las siempre agitadas aguas y el sol había desaparecido para dar paso a un
firmamento negro como la pez. Si, muerto era la mejor palabra posible para
describir ese lugar. Marcus permaneció contemplando el horizonte hasta que
acudió a él el primer bostezo. Con calma, se desperezó y descendió de nuevo
hacia la capsula
Y entonces…
Zum!
Un fogonazo de luz barrió la capsula. Marcus pegó un grito y
cayó al suelo, golpeándose contra la pared metálica que emitió un curioso
sonido. Luces blancas bailaban en la vista del joven y este, por primera vez
desde que toda aquella pesadilla había comenzado sintió que la luz que hasta lo
había sustentado se amplificaba. Convirtiéndose en un faro llameante de
esperanza.
-Es irónico- pensó. –Tantas noches desvelándome y asesinando
mi sueño… y ahora es mi única esperanza de salir de esta situación… de todas
formas, tengo que moverme rápido o se irá…-
Buscó a ciegas la silla de la consola de control y se sentó
con rapidez, accionó las palancas por instinto hasta que escucho el familiar y
deseado ronroneo de la cápsula. Al cabo de un par de minutos abrió de nuevo los
ojos, el resplandor se había desvanecido pero era capaz de calcular la posición
de este en función al ángulo por el que la luz había golpeado la cápsula. Viró
y comenzó a poner rumbo en dirección al misterioso foco de esperanza que toda
su vida lo había atormentado.
Al cabo de unos diez minutos, el fogonazo regresó, pero esta
vez Marcus Sdrön estaba preparado, cerró con fuerza los ojos y corrigió el
rumbo un poco más al oeste. Esbozó una sonrisa, estaba en el buen camino,
ignoraba si el combustible sería suficiente o si la fuente de la luz era
siquiera alcanzable. Sin embargo, el joven decidió que no dudaría ni un segundo
en entregar su vida y sus recursos en la búsqueda del origen de aquella potente
luz. Alrededor de la cápsula, la oscuridad total solo era interrumpida por el
roce de esta con los restos flotantes que perlaban aquel olvidado y tenebroso
lugar olvidado por todos, hasta por la propia creación. Cada cierto tiempo, la
luz golpeaba de nuevo el mar, reavivando sus esperanzas. El tiempo se detuvo y
la excitación inicial fue sustituida por un enorme hastío. Los ojos de Marcus
le dolían a causa de los ocasionales fogonazos, navegaba a ciegas entre un mar
de oscuridad y despojos como se encargaban de recordarle los chirridos causados
por los roces contra restos de gran calado. Afortunadamente, la velocidad de la
capsula era irrisoria, incluso en caso de una colisión frontal, Marcus dudaba
que se viese muy afectada.
La situación a lo largo de la noche no hizo más que
complicarse, por un lado, cuanto más avanzaba la noche, más cegador resultaba
el resplandor, hasta tal punto que Marcus optó por pilotar a ciegas, reduciendo
al mínimo la velocidad. Por otro lado, los residuos parecían incrementarse
exponencialmente y Marcus había tenido que apartar la embarcación con un giro
brusco en un par de ocasiones. Fijado el rumbo, el joven se había retirado de
los controles y acurrucado en dirección
opuesta al fogonazo. El sueño se apoderó de él, lo zarandeó, aplastó, licuó y
arrojó sus partes al universo.
En sueños contempló el anular como un lugar distinto, el mar
aceitoso de un saludable color azul, personas y animales fabulosos cohabitando
sus aguas… Un lamento surcó el cielo, seguido de un silbido y una enorme
explosión que nubló su visión… Cuando esta se disipó el horror lo embargó, el
Anular y el mismo mar ardían en llamas
de un tono violeta. La vida de toda especie se convulsionaba y el mar antes
calmado, comenzaba a agitarse en lo que a Marcus se le antojaron estertores.
Extensiones de tierra verde se calcinaban hasta los cimientos, seres
indescriptibles perecían entre las llamas purpureas que lo engullían todo, la
consunción era total y el humo volvió a envolverlo… A su alrededor seis sombras
permanecían de pie, altivas, rotas, ausentes.
-Somos los últimos- dijeron.
-Y tú eres nuestro- sentenciaron
Marcus trató de resistirse pero sus manos estaban
inmovilizadas por gruesas cadenas. A su alrededor las sombras se cernían,
amenazando con engullirlo…
-Puedes liberarte- Dijo una voz entre el humo. –Aún queda
esperanza-añadió.
El humo se disipó de nuevo, esta vez Marcus vio una magnífica
ciudad, de esbeltos y bellos edificios… Una marea de sangre acabó con ella ante
sus ojos, Marcus contempló horrorizado como los habitantes perecían ahogados por aquella marea de
cadáveres y sangre. El lamento se repitió y el humo se tornó más espeso… Las
sombras regresaron…
-Eres Nuestro- repitieron antes de abalanzarse sobre él
.
Y el fogonazo de luz asesinó sus sueños.
Despertó empapado de sudor, durante un momento observó
confundido el lugar en el que se encontraba: Y su cama?, y el molesto Badaauch
que anidaba en su cuarto? Y el ruido de las olas rompiendo contra la
destartalada torre metálica?... Qué hacía allí? Donde estaba? Y por qué una
película negra cubría su visión?. Entonces regresaron a él los recuerdos y
estalló en sollozos. Gruesas lágrimas amargas nublaron su visión… el recuerdo
era demasiado doloroso como para superarlo, por lo que de nuevo, algo distinto
decidió por él. Se alzó y se dirigió hacia el cuadro de mandos, la mitad del
combustible había desaparecido como había previsto, ninguna parte de la capsula
mostraba daños considerables salvo la escotilla, que ya no existía.
Satisfecho, examinó sus raciones y engulló lo más lento
posible la ración de algas, nunca le habían gustado, su tacto, aspecto y sabor semejaba mucho al de los gusanos de
arena que anidaban en los bajíos de la torre. Sin embargo, ahora mismo habría
dado sus dedos metálicos restantes por una o dos cajas más. Al finalizar,
apenas pudo controlar el impulso de acometer con el resto de la reserva, Su
estómago rugió de deseo cuando apartó de
una patada la caja de algas contra la pared. Acto seguido fue presa de las
náuseas y vomitó el desayuno recién ingerido por el suelo metálico. En el medio
regurgitado, las algas marinas semejaban más que nunca un aspecto anélido,
Marcus apartó la mirada mientras calculaba cuánto tiempo llevaba su cuerpo sin
digerir alimentos… y cuánto aguantaría sin desmayarse… -No mucho- concluyó
cuando el suelo se dirigió a toda velocidad hacia él.
Cuando regresó en sí, la tarde se deslizaba veloz en medio
de la desolación náutica que le rodeaba, la embarcación avanzaba de forma
infatigable por el medio del campo de despojos en el que se encontraba, un par
de abolladuras en la punta ovalada indicaban que no todo el viaje había sido
tranquilo. Pero como se alegró de constatar, la velocidad actual era
insuficiente como para causar daño graves incluso en un choque directo. De
todas formas, el muchacho se desplomó en el sillón de mando tras recobrarse del
doloroso resbalón en el charco de vómito. Se tocó la frente, le ardía. –Genial,
ahora encima estoy enfermo- - Aggg, lo que estoy es acabado- pensó. –Este no
era el sitio ni el tiempo adecuado, para esto, hubiese preferido quedarme allí
abajo. Al menos me ahorraba el malestar… Solo un segundo y pluf!, aplastado y
olvidado.
El tiempo se hizo vago y su mente voló hacia el anular,
hacia su familia, hacia su antigua vida… Hacia su todo. El sudor perlaba su
frente pero sentía los miembros entumecidos, no reconocía que tipo de
enfermedad sufría, el experto en ese tipo de cosas era Noahn. Noahn… siempre
había sido muy sensible, se imaginaba la cara contraída y congestionada de su
hermano al recibir la noticia. En realidad, podía ver como toda su familia
quedaba desgarrada por el dolor, conociéndolos, lo más probable es que Noahn se
derrumbase sin saber qué hacer. Sería Tighet quien aguantase las lágrimas y
tomase las riendas. El solo imaginar a su madre le causaba oleadas de pena
acompañadas de nuevas nauseas. Lo más
probable era que los enterrasen en la playa… Bueno, un funeral simbólico, ya que dudaba que hubieran encontrado el cuerpo del abuelo.
Al recordar a su abuelo se le nubló la vista y cerró los ojos. No le apetecía
pensar más, si tenía que morir, lo haría en silencio, con la mente en blanco…
La noche cayó, pero él no hizo ademán alguno de tomar
alimento o líquido alguno, la sed atenazaba su garganta y su estómago emitía
unos rugidos perfectamente audibles, sin embargo, no probó bocado ni bebió un
solo trago. Se limitó a no pensar mientras clavaba la mirada en la infinita
desolación náutica que le rodeaba. A su alrededor, la basura plástica se
alejaba flotando hacia un destino incierto, pronto la cápsula se pararía y no
sería muy distinto al destino de aquellos misteriosos despojos… Eso si no se
hundía antes al quedar varado contra algo o era atrapado por las masas negras o
los frecuentes remolinos…
Cuando el fogonazo regresó, Marcus se obligó a cerrar los
ojos. Ya no le importaba lo más mínimo la luz, ni su origen. La luz que antaño
había evitado que se rindiese se había evaporado por la fiebre, por tanto, nada
le animaba ahora a seguir adelante, a pesar de que la luz estaba más cerca,
nada le animaba a continuar. Al fin y al cabo, que esperanza había de sobrevivir?.
Perdió el conocimiento cuando el amanecer despuntó en el
horizonte. La esperanza se desvaneció por completo, apenas le quedaban unas
pocas horas de vida y prefería pasarlas durmiendo, con esfuerzo, Marcus se
desvistió por completo, -Puestos a morir- pensó –mejor morir como vinimos al
mundo. No le importó que la película negra no se desprendiese de su piel al
sacarse la ropa, como tampoco le sorprendió demasiado que recubriese su cuerpo
entero… ya daba igual, era hora de partir…
-Planina… allá voy…- fue lo último que pensó.
La cápsula continuó avanzando durante horas hasta
estrellarse contra la capa de despojos del Islote Agolo. En ese momento,
exactamente a las 7 de la tarde, en una pequeña habitación de un Extractor
naufragado, un atribulado Skalor se debatía internamente sobre qué comerse
primero: El bote de aceite o el manchón negro que tiempo ha había sido un
tomate marino. Tal tribulación había comenzado hacía varias décadas pero el
antiguo mecánico aún no había resuelto el dilema. Si se comía primero el
aceite, el tomate marino le dejaría la boca seca, sin embargo, si deglutía
primero el tomate, el aceite le dejaría
la boca pastosa y detestaba tener comida entre los dientes… El simple hecho de
que Skalor no tuviese boca y que no se alimentase de tomates no importaba lo
más mínimo. El dilema estaba allí, y el cavilaría en el hasta que lo resolviese
o muriera, la verdad, no tenía prisa alguna. La última orden acatada databa de
hacía más de dos milenios… 3321567829-K55 podía considerarse fuera de servicio.
Cuando la cápsula de emergencia se estrelló contra los restos del
Extractor, Skalor desenfundó su arma
reglamentaria mientras se preparaba para abatir a los atrevidos Golors que sin
duda debían de estar realizando otra de sus incursiones para saquear el navío.
La sorpresa de Skalor fue mayúscula cuando en lugar de los típicos hombrecillos
achaparrados de tez azul y afilado pico, sus ojos contemplaron una abollada cápsula
de salvamento propia de un N.O.C.N.I o un S.T.A.U.R.I, el enfado inicial se
disolvió en un instante para dar paso a una inusitada curiosidad… Qué había a
bordo?. No lo sabía, pero lo averiguaría
pronto, -Y si resulta una trampa… verán que el viejo Skalor no es fácil de
vencer…- se dijo a si mismo mientras amartillaba su arma reglamentaria. Acto
seguido giró sobre si mismo y se internó en las entrañas del barco. Necesitaría
herramientas y accesorios para acceder al interior, y sabía exactamente dónde
encontrarlos…
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